jueves, 18 de noviembre de 2021

Nacidos para segundear.








En los espacios laborales donde no existe un organigrama cuya forma gráfica describa su estructura organizativa, en ocasiones se generan un sinfín de confusiones que no permiten identificar las funciones y relaciones jerárquicas de los empleados, ello indudablemente genera una cutre situación, si entre los subalternos del jefe existen aquellos que mediante salmearías, adulaciones y regalos, se vuelven sus “segundones” –olvidándose de quien cuerda te da, ahorcado te quiere ver–, es decir, tal distinción naquever con un título peyorativo, pues no es nada fácil andar a sol y sombra afianzando a otro para que piense que toooodoooo lo que dice y hace es la neta del planeta, pero ojo, ellos bien saben que a cambio de toda esa lambisconería, jamás recibirán migajas, pues siempre estará acechando por sus desamuebladas cabecitas, lograr el inalcanzable primer puesto.

Un segundón no es una actitud nada deleznable, es en realidad una actitud dura y sacrificada que se desarrolla a la sombra de una figura importante dentro de la escala laboral, pero que goza de los privilegios de poder disponer de sus colegas como si este fuera el mandamás, lo que los aparta del anonimato, pues se vuelvan incluso hasta más importantes y respetables que el mismísimo jefe. Como lo dicta la sabiduría de los “Memes”, detrás un adulador, siempre habrá un incompetente, por lo tanto, al sentirse con potestad sobre los demás, intenta por cualquier medio limitar el crecimiento de sus compañeros a quienes ya no considera sus iguales, los hace ver como sí su chamba no rinde y que desperdician la jornada laboral en otras cosas.

La situación en la oficina se torna muy tensa cuando cambian de jefe, y al segundón ni lo nombraron como él esperaba, lo peor es que a partir de esa nueva administración, le quedan dos opciones:

a) Iniciar de nuevo con el Frutsi y la torta, las lambisconerías, adulaciones y servilismos

b) Volverse el adversario de su nuevo patrón y sus respectivos segundones.

La segunda opción únicamente los hace pensar con las tripas y no con el cerebro. Por lo tanto, para evitar la proliferación de esta nociva fauna, ¡por piedad, elaboren organigramas! Así, cada empleado entenderá la jerarquía dentro de los departamentos, quiénes son sus subordinados, además de saber sus respectivas funciones, y lo más importante, que alguien concientice al patrón de que la culpa no es del indio, sino del que lo hace compadre.

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