viernes, 17 de septiembre de 2021

Lo insólito.

La Feria de Todos los Santos, fue para mí, el primer parque de diversiones que conocí, la primera Rueda de La Fortuna que mis infortunios económicos no me permitieron subirme, pero me consolaba ver como otros se divertían, chistosísimo era observar como la chaviza se bajaba escurriendo agua de los troncos mecánicos, pero con unas risotadas, me erizaba la piel ese juego llamado Ratón Loco y ni imaginarme adentro de La Casa del Terror, con La Momia Azteca, ¡ay nanita! El Conde Drácula de acento yucateco que te invitaba a entrar, es más, ese tono de voz era semejante al de los gritones que ofertaban loza y ponchos para el “terrible” frio que hace en Colima. Épocas sin celular que estar viendo a cada rato, ni consultas por internet, uno se sumergía en los olores a perones, dátiles, fresas con cremas, quiebra muelas y el juguito de caña con su limón, además de la guasa de los amigos que nos sentíamos por unas cuantas horas como personajes de teleseries gringas.


Confundido entre los juegos mecánicos, había un espacio cerrado en cuyo exterior ilustraban lo que verías en su interior, unas enormes pinturas de seres extraordinarios, como sacados de La Metamorfosis de Kafka, sí, semejante a cuando Gregorio Samsa despertó esa mañana después del ojete sueño intranquilo, verse transformado en un insecto, nada más que los personajes de este espectáculo eran mitad humanos y mitad animales, así te encontrabas a la Mujer Tortuga, una Sirena a la que quería oír cantar, para comprobar la negación de Ulises de escucharlas, La Gorgona Medusa con su cabellera de serpientes que nadie se atrevía a mirar de frente por miedo a quedar convertidos en piedras, ¡chin, pinche ser catónico, y sin Perseo que nos eche la mano! Si a ello le agregamos la voz ñera del narrador al gritarle: Señorita Marbella, ¡dígales a los presentes porque tiene cuerpo de culebra! –“Por una maldición de mis padres, porque no obedecía, y un buen día, así amanecí”. La mirada triste de ella jamás la olvidaré, eso fue traumático. Bueno, además de observar en el herpetario de King Tawita, como una víbora se comía a un tierno pollito.

Ahí sí que invertía mi raquítico y tísico domingo, con tal de ver lo insólito de esas sombras errantes surgidas del México profundo, bastiones macizos del subdesarrollo de nuestro país, tramoya de la desigualdad entre las familias acomodadas y las familias que son un ejemplo cruel de que la canija vida es un hueso difícil de roer. En fin, tenemos en nuestro país un buen de ferias, desde la que a veces traemos en la cartera, las del Libro, del empleo, profesiográficas y esta que les acabo de narrar, que probablemente vivirá para siempre en mi miope imaginación.

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