jueves, 11 de noviembre de 2021

Arqueólogo de canciones.

Creo que nuestro estado es el único que por estar a la “vanguardia” –voy a llamarle de esa forma a todos aquellos que se creen modernos por el simple hecho de tener un teléfono celular de última generación–, se empeña en desaparecer de forma física esa curva cerrada cuyos puntos equidistan en el centro llamada circunferencia y que en un disco compacto lograba su máximo esplendor al ofrecer en un círculo varios tracks o canciones que uno disfrutaba escuchándolas mientras pasaban infinitas horas nalga; en estos tiempos modernos, quienes dicen disfrutar de la música, para mí son melómanos del villamelón que están haciendo que los colimenses vivamos la extinción de este formato, presumiendo que tienen chorrocientas mil canciones en una memoria USB o que en su enorme bocina marca Patito las escuchan en línea.

Al comprar un disco, en lo personal vivo un ritual, de entrada, mirar la portada, existen algunas icónicas, gracias a los excelentes diseñadores. Dato que tal vez no sabes si tu medio de oír canciones son plataformas de música en streaming o compras USBs, abrir el celofán de la envoltura, sacar el librito o booklet, leer los créditos de los autores, seguir la letra de las canciones mientras lo oyes. Pasar 45 minutos o más de una hora del ocio en mundos infinitos, pues hay canciones que abren mis pensamientos a lugares inverosímiles, historias o situaciones oníricas, viajes interestelares del cuarto donde me siento a escucharlos; para mí, la música es un elemento liberador las veces que mi realidad está muy jodida una canción me eleva, cambia el estado de ánimo.


La profundidad y calidez del sonido del Disco Compacto, casete o vinilo –bueno, sin dejar de lado el clásico ruidito entre una canción y otra cuando este ya tiene sus años, así como la deformación del audio en el momento en que la aguja de la tornamesa se acumuló el polvo–, son soplos de armonías y jubilo. Quien firma lo que escribe prefiere la música en físico, ya sea en vinilo, CD o casete. La verdad nunca me he animado a comprar música en plataformas, pues tengo la idea de que estoy comprando unos y ceros, prefiero el fetichismo de poseer un objeto, además, en streaming debido a los contratos con las compañías disqueras de la noche a la mañana desaparecerán tus rolas predilectas, es decir, hoy puedes tener la discografía completa de Kiss, y al día siguiente no.

Es una pena que las generaciones actuales no sepan de fidelidad, oyen sus canciones comprimidas y de mala calidad de audio, convirtiéndose en bocineros que solo aturden, y llegan a creer que Bohemian Rhapsody es de Robbie Williams o que Angels es una canción original de Yuridia. Por eso prefiero ser un arqueólogo de canciones, que se informa de la fuente directa de un disco compacto, uno gramofónico, así como de un casette.

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