jueves, 28 de mayo de 2020

Diario de la cuarentena 6

Loa al cubrebocas


Yo compré cinco cubrebocas: uno negro, como la vida en esta pandemia, otro era azul, como la esperanza de un día sin Covid-19, el tercero rojo como la alegría brasilera en las calles de carnaval, el cuarto era un cuadrado como las paredes de la soledad de mi cuarto, el quinto era pequeño como las charlas por teléfono que te dejan el deseo de continuar, pero sabes que tu interlocutor ya debe colgar.

Después llegaron las mujeres, los hombres, los tomaron entre sus manos, uno se lo puso en los ojos como antifaz, imagino por temor y así no ver la realidad, otra lo colocó en la cabeza como pañoleta, creyendo que con ello cubriría los malos pensamientos: miedo, zozobra, inseguridad y frustración, otra dama prefirió dejarlo en el cuello, pues en la boca no la dejaba hablar, un caballero sintiéndose refinado se lo puso en la frente cubriendo la señal bautismal y dándole oportunidad al demonio de hacerlo dudar de su fe, el último por ser en color negro no lo quisieron, lo abandonaron, dijeron que era feo como mi suerte.

Una vez que se fueron, lo cogí me lo puse cubriendo nariz y boca, salí a la calle, donde encontré personas unos con cubrebocas, otros sintiéndose inmunes sin nada de protección, como si la vida fuera la de 2019, eso sí, murmurando con sarcasmo de cómo me veía; cuando regresaba a casa los volví a ver, muchas de esas personas vestían ropas de difunto, otros lloraban y se arrepentían, mientras la gente sencilla con su cubrebocas bien puesto y tomando distancia continuaban su andar entre el monstruo invisible que transita en las calles.

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