miércoles, 21 de noviembre de 2007

La importancia de la lectura en la educación

Si la mayoría de los profesores disfrutaran de la lectura como ver la televisión, o seguir las jugadas de un encuentro futbolístico, el quehacer académico en las aulas sería otra cosa; ya no habría improvisaciones en clases, el tiempo de trabajo se disfrutaría y no caerían en el tedio que actualmente predomina.

El esfuerzo por llevar la cultura escrita a los habitantes de este planeta son muchos, se organizan concursos de lectura, elaboración de ensayos, cada 23 de abril es celebrado el día mundial del libro; y la respuesta esta ahí en las desérticas bibliotecas, las librerías que solamente reciben altas ventas en épocas de transición escolar; la culpa no está en los estudiantes pues son ellos quienes viven del ejemplo, primero en su educación informal donde sus padres y madres rara vez se les ve disfrutando de un libro ya sea por el pretexto de las múltiples labores que exige la actividad doméstica o el ejercicio laboral de sus respectivas profesiones y el único espacio disponible para ello se destina a contemplar un capitulo más de su telenovela familiar o el encuentro de titanes del deporte.

Por su parte la educación formal, a pesar de ser el lugar propicio para fomentar la lectura, no ha sido así; en la educación básica el libro de texto se ha convertido en algo parecido al catecismo donde el leer es una prueba de habilidad que se valora sin percatarse del proceso que implica la comprensión de la misma; la Secretaría de Educación Pública hace un esfuerzo por seleccionar en cada tomo de lecturas lo mejor de los literatos hispanoamericanos, que de seguro hasta los mismos profesores de ese nivel ignoran gran parte de sus obras.

El libro de texto gratuito en la mayoría de las escuelas primarias es el receso de la actividad docente, pues el papel de guía del aprendizaje que supuestamente debe de poseer se ha olvidado, haciéndolo parecer como un instrumento autodidacta de los propios alumnos, frases como éstas se escuchan a diario en las aulas: “Lean y luego respondan de su libro de Español, las páginas 104, 105 y 107, voy a salir a la dirección, luego vuelvo"; de que se trata por favor, una cosa es que el estudiante tenga actualmente un vocabulario tomado de sus personajes de la televisión y otra que sepa resolver problemas de lecto-escritura, sin la guía o supervisión del profesor.

En el nivel medio superior, los docentes culpan a sus camaradas del nivel básico por egresar alumnos sin las habilidades académicas necesarias, y la pregunta es, ¿Qué hacen ellos por corregir o mejorar este defecto? Si es en este nivel donde se debe preparar al alumno para que se enfrente a los retos que en un futuro le impondrá el nivel superior o en su caso el campo laboral; de igual forma como efecto dominó los profesores del nivel superior acusan a sus homólogos del mismo defecto y esto como reflejo en las aulas no exonera a los alumnos de cargar con este mal por el resto de su vida escolar.

Los pretextos por disimular las limitantes del mentor son muchas, tal parece como si el conocimiento llegado a cierta edad tiene fecha de caducidad y no se considera como una simple cuestión de actitud que permea la labor docente de todos los niveles. En realidad la mayoría de los profesores no son asiduos al conocimiento debido a que la lectura no es una actividad que sea de su total agrado, pues si se tiene que informar de algún acontecimiento de índole político, tecnológico o cultural, recurre al televisor olvidándose por completo del periódico.

Cuando se trata de algún aspecto académico el medio más socorrido es la Internet, descartando la idea de que actualmente cualquiera que sepa el manejo de las herramientas informáticas puede crear un website lleno de embustes y charlatanerías que por ser parte de este medio se le otorga una validez oficial que esta exenta de la aprobación de la SEP, a diferencia de los libros y publicaciones escritas que circulan en el país las cuales son supervisadas por esta secretaría.

Resulta irónico que profesores de lengua y literatura en su vida hayan leído otros libros que no fueran los que sus profesores les obligaban a leer, y peor aún que se limiten a seguir un programa académico donde se recomienda una bibliografía, de la cual cuando mucho conocen la sinopsis de los textos como efecto placebo de su didáctica.

De igual forma resulta inexplicable que durante los cursos de capacitación y actualización docente que ofrecen algunas instituciones académicas a sus profesores, éstos se muestren angustiados por que aún no se les ha otorgado el libro que ciertas compañías editorial les promueven con fines de lucro para sus estudiantes y que ellos en forma de engaño hacia los representantes de estas casas editoriales fingen interés con el propósito de obtenerlo gratuitamente y al final los engañados resultan ellos mismos, pues el ejemplar terminara llenando el espacio estético de su librero, ignorando por completo su contenido.

Finalmente cabe aclarar que la lectura no es la panacea de la comunidad docente, más si es un medio a través del cual se enriquece el vocabulario, se corrige la cacofonía, acrecienta la capacidad imaginativa y maravillosamente desaparecen esas molestas muletillas que inconscientemente los profesores poseen.

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