jueves, 15 de noviembre de 2007

El blues del minibús

En los últimos meses formo parte de los más de quinientos usuarios que a diario utilizan los vehículos que ofertan sus servicios en el Estado, y obvio que el más recurrido y a la vez económico es el transporte colectivo urbano, -claro que me refiero a las personas que en apariencia no tenemos ninguna capacidad especial, pues las personas que utilizan sillas con ruedas les sería imposible abordarlos y muy riesgoso- si esos raudos camiones o minibuses que siempre circulan de prisa y con su clásica descortesía ponen de mal humor a los demás automovilistas que transitan a su lado. En mi papel de cliente distinguido disfruto en la comodidad de sus asientos los éxitos gruperos del momento, el repertorio musical completo de los “Temerarios, Bukis y Yonics”; y adicional a ello a partir de las 14 horas este medio de transporte se convierte en una sala de sauna que incluye sesión de aromaterapia, que como ingrediente extra en las horas pico, o sea, cuando el camión viene a tope de personas uno pude recibir o dar un relajante masaje corporal a quien más le guste o como dice Chespirito “sin querer queriendo”.

Desde que recurro al uso de este servicio ya no veo por la televisión los programas de “Cantando por un sueño” y “Desafío de Estrellas”, pues aquí se ofrece al pasajero un desfile de cantantes, los cuales reciben la aprobación o no del pasajero dependiendo de la captación en monedas; el deleite auditivo no se hace esperar entre un repertorio caótico de canciones, que van desde la trova hasta el corrido ranchero y lo mejor de todo sus desentonaciones que de forma acústica se escuchan a lo largo del vehículo, -ahora que trato este asunto- no se si los integrantes del dúo “Sin Bandera” y Nicho Hinojosa antes de ser famosos se dedicaban a este mismo oficio, pues hasta cantan igualito que algunos de ellos, o será que en los medios comerciales de la música ya existe un género denominado estilo camionero. Es común ver a promotores de instituciones dedicadas a la atención y rehabilitación de personas que ya no les gusto estar conscientes del mundo en que viven y prefieren sumergirse en los alucinantes paisajes que propician los estupefacientes tratando de convertir nuestro lado regiomontano en filantropía obligada, a través de su mini conferencia podemos constatar los avatares que sufren en su altruista tarea de redimir masas encefálicas a la sociedad contribuyente.

Para qué ir a las ferias regionales a subirse a los juegos mecánicos si usted puede disfrutar por su recorrido a lo largo de nuestra ciudad en el transporte urbano de las sacudidas al frenar cada vez que alguien solicite el descenso, las vibraciones por todo el cuerpo al funcionar el dispositivo de las balatas y qué decir del rechinido agudo que se escucha cuando el conductor oprime con su pie el pedal del freno, es como si los “Trípodes” de la película de Spielberg “La Guerra de los Mundos” nos fueran persiguiendo, ¡Que tal! Esa si es adrenalina pura, no olvidemos las altas velocidades, giros y demás acciones que se incluyen en este grandioso paquete; y si a ello le agregamos que además de divertido el viaje puede resultar didáctico, por ejemplo cuando llega el momento del descenso y el medio de transporte sigue en marcha es fácil comprobar en los demás usuarios y en usted que las Leyes de Newton tienen aplicabilidad, entonces las visitas al “Vagón de las Ciencias” están por demás.

Ya que se ha descrito las maravillas de este medio de transporte, es importante hacer un paréntesis y denotar su lado oscuro. Un punto indignante de todo esto y que además da pena, es el trato que nuestros alumnos reciben al presentar su boleto de estudiante ante el conductor de la unidad, es como si ellos les estuvieran pidiendo una limosna, pero creo que ya ni ese sentimiento les despiertan, pues como es posible que un cantante o promotor de algún centro antidrogas los dejen saltarse el rehilete y a un muchacho que sí pago la mitad de su pasaje al comprar el boleto no lo dejen pasar por el simple hecho de no presentar su credencial que lo identifica como afiliado a la Federación de Estudiantes Colimenses; si se está dudando que es estudiante pues que lo demuestre con otra credencial que lo acredite como tal, por ejemplo la que año con año se expiden en nuestra Alma Mater bien podría servir.

Hace unos días alguien me dijo que en los artículos no propongo, sólo crítico, bueno, ya que hay tanta insistencia en ello mi generosa propuesta es que se manden a pedir a Inglaterra los “Routemaster”, esos autobuses londinenses rojos de dos pisos que ya no circulan por allá, para que exista cupo para más personas, y con ello se mejoren varias dificultades, podríamos tener así, un piso de primera para los que pagan su boleto completo y otro de segunda para aquellos que sólo pagan la mitad; se le agregarían rampas para que nuestros conocidos, con capacidades diferentes puedan ascender con todo y sus sillas de ruedas; y por último agregar a cada asiento su equipo de paracaídas con su pomada para las caídas.

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