jueves, 28 de septiembre de 2017

Los haters

No sé si solo a mí o a todos los de mi generación les sucede, cuando narramos anécdotas, al concluirlas nos damos cuenta de que lo descrito son hechos que acontecieron hace quince o veinticinco años a pesar de que en el inconsciente tengamos la idea de que fue ayer, igual me pasa en clases al exponer algunos ejemplos sobre los temas, suelo emplear lenguaje y escenarios de los ochentas que los millennials no comprenden, lo cual me obliga a explicar el significado de algunas frases del mismo, situación que equivale de acuerdo con la opinión de mis estudiantes a transformar el proceso enseñanza-aprendizaje en algo tan lento y tedioso como bajar un archivo de la web de chorrocientos mil megas, o sea, del bostezo.

¿Cómo hacer atractivas las clases a los jóvenes de hoy? De entrada guapo no soy, tampoco hábil en la cantada –con decirles que cuando lo hago en la ducha, la regadera aumenta el chorro para opacar mi voz–, claro que realizo malabares lingüísticos pero acróbata ni a los talones, seguido tropiezo en tierra firme. En mi desesperación por captar la atención de los estudiantes, rezo novenas milagrosas con tal de lograr el insólito caso de impartir la clase por más de quince minutos y que nadie vea su celular.

Ridículamente los únicos que están al tanto de lo que hago, son esos chamacos que brillan evidenciando su malaondes, sembrando cizaña para echarme al grupo encima, me refiero a los haters del grupo, individuos que muestran actitudes negativas y hostiles ante cualquier tema de la clase. ¡Chicos hay que realizar un cuadro…! De pronto el muy ojete interrumpe con su mala leche, –“oootro cuadrito, ¡ay profe, ya cámbiele! O sea, te boicotea la clase. Así como hace su intento por perjudicarte, también le tira grueso a los estudiantes que acatan la actividad, troleándolos, ¡ay si, los Illuminati del salón!

Esos haters, no nada más amuelan mi asignatura, también a las demás que cursan, lo mismo hacen blanco de sus críticas y burlas a los directivos que a la escuela, agréguenle que son racistas, clasistas e intentan a toda costa ofender a quien se les ponga enfrente, se ensañan con sus compañeros cuyas características corporales les distinguen de los demás bautizándolos con ridículos apodos.

Cuando tengo un alumno así, como dijeran ellos, si alguien intenta hacerte la vida de cuadritos, es porque la suya lo es, por eso busca resaltar los defectos de la forma en como enseño, pues ni le entiende y ni pone de su parte algo por comprender, entonces diplomáticamente lo mando a la… zona fantasma. ¡Cómo serán cochambrosos, jamás lo iba a enviar a ese obsceno lugar que pensaron! Simplemente lo ignoro. Además, consciente estoy que su presencia en la clase es pasajera, solo lo tendré por unos meses, no hay nada que la paciencia no apacigüe, creo que lo más importante es concentrar la atención en los demás discípulos, en lugar de a ese sujeto, para evitar que se sienta el ombligo del grupo.

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