jueves, 4 de mayo de 2017

Las frases de mamá

Ha llegado el mes de los puentes, mayo es para los godínez y profesores algo así como el Hamburgo nacional, pues se encuentra hasta el tope de cruces entre fines de semana y días festivos, hay días de asueto hasta el hartazgo, pero como dijera mi madre, cuando queremos más, “no tienen hartadero”, haaaa, y precisamente dentro de los 31 días que lo integran, el meritito diez todos tenemos madre gracias al ingenio de los comerciantes; durante esa fecha nos partimos el queso por festejarla unas cuantas horas y tranquilizar con ello nuestra conciencia por la infinidad de momentos ingratos que le hemos hecho pasar.

La autora de nuestros días es toda una celebridad, ella, quien tiene una paciencia infinita con nosotros –si de entrada nos esperó nueve meses–, es además artífice de una serie de frases que se han vuelto del dominio popular de las progenitoras mexicanas, es por esto y mucho más que de quien estuve en su vientre de cuna rescato aquellas memorables palabras que a mi memoria miope y a algunos flashback de la infancia llegan para que ustedes lectores las comparen con las que recuerden de su santa jefecita.

Uno no podía abandonar la casa sin esa de “ven mijo, te voy a echar la bendición”, así fueras a las tortillas o de excursión al Himalaya, para ella daba lo mismo, pues ibas a abandonar tu hogar, aunque fuera por unas cuantas horas o días, el hecho es que te ibas de su lado; cuando terminabas de ingerir los sagrados alimentos que con su incomparable sazón habías consumido hasta lamer los cubiertos, en cuanto te levantabas de la mesa escuchabas: ¡Esos platos no se van a lavar solos! Ups, era como si el aura de la ingratitud te envolviera y cual salvaje domesticado dirigías humildemente tus pasos al fregadero.

Como en juzgado ante la máxima autoridad del hogar no existía otra ley más que su palabra, algo así como un dogma, el cual derogaba cualquiera de nuestros argumentos con las palabras ¡porque soy tu madre! Brrrrr, se me pone el pellejo de gallina. Igual acontecía cuando por algún desatino del destino cometías una falta a tus obligaciones, inmediatamente cual pitonisa profetizaba: “cuando tengas hijos te vas a acordar de mí”, hasta el momento tal augurio no ha sido comprobado, espero que ni se cumpla, si a los ajenos no los aguanto ahora los propios, esta cañón... ¡Madre, por eso te admiro, mira que soportar berrinches y caprichos de tus cuatro hijos!

En la infancia como que mamá tenía por las calles del barrio cámaras tipo Big Brother, pues continuamente te sorprendía en pleno chirotear, apareciendo de la nada por arte de magia con las lapidarias: ¡te aplacas o te aplaco! Chin, pues ahí uno solamente se auto ponía él estate sosiego. Peor aún, cuando en una de esas travesuras te ocurría un accidente físico, mientras ella proporcionaba los primeros auxilios solía exclamar: ¡te lo dije, pero quién te manda… eso que te pasó me duele más a mí que a ti! Si la herida o torcedura del accidente sufrido causaba dolor, esas palabras como que te provocaban dolor de muelas en el corazón. También aprendiste que cuando los objetos no se encuentran donde los habías dejado, ellos nunca se movían por si solos, o sea, pon a trabajar tu memoria por favor.

De no haber sido por toda las enseñanzas que cada una de las frases antes citadas encerraban, tal vez hubiera sido abyecto, más grosero e irresponsable, por todo lo anterior mi cabecita de algodón y el milagro de la vida que me brindaste, no tengo palabras para agradecerte, pero tus expresiones siempre las recordaré con cariño.

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