jueves, 18 de mayo de 2017

The game is over

Hay quienes viven sedientos de ese reconocimiento que por lo menos les otorgue quince minutos de fama, otros entran en la disyuntiva entre querer prestigio o recibir un decoroso salario, a veces un buen puesto dentro de la escala laboral o ser tan indispensable para ciertas cosas te remunera un excelente pago, otras veces uno puede ser indispensable más no necesario, simplemente se vuelve representativo de algo.

Pero mientras sean peras o manzanas, se hace en lo posible por destacar, en esa efervescencia uno nunca se detiene a reflexionar lo que sucederá cuando ya nadie nos aplauda hasta las flatulencias como antes, cuando se camine por los pasillos y ni uno sólo nos mueva el rabo con la cara sonriente al vernos pasar. Lo peor es que hasta extrañarás a aquellos que te empujaban para que bajaras del ladrillo aquel que en su momento causaba vértigo, cuando nuestro ego deje de sentirse dios y vuelva a ser tan ordinario como el de cualquier mortal.

Experimentarás aquello del pugilista que pensaba ir ganando la pelea y su mánager arroja la toalla al cuadrilátero, rápidamente la manzana de Adán se te atragantará para hacer la interrogante esa que dio título a una película de Pedro Almodóvar del año 1984; pensarás en cambiar, tal vez mejorar, más lamentablemente resultará imposible retener el pasado, y si aún te quedaste con ganas, lo más probable es que aparezca en tu psique esa leyendita intermitente de cuando de niño jugabas algún video juego: “the game is over”.

La fama tan efímera, pues sólo dura unos instantes y luego se va, de los restos que deja en uno hay que sacar canas de experiencia, saborear lo aprendido y si alguien le bajó al interruptor a las luces que según eso te hacían importante, recuerda que existe la posibilidad de que te regalen aquellos con los compartiste la experiencia su sincera amistad, que en el mundo es lo que vale y no la glamurosa popularidad.

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