miércoles, 25 de febrero de 2015

¡Aprobado!

Durante los más de quince años que llevo ejerciendo la docencia, he interactuado con muchísimos alumnos. Tal experiencia me ha dejado claro que a los jóvenes les pesa acostumbrase a que la vida en las aulas no es injusta, a pesar de que ellos la llegan a considerar así, pues todo depende de lo emprendedores que sean. Ellos creen que la vida escolar es igual a los escenarios ficticios de un programa de televisión o de una aburrida película moralista. En la vida real, las personas debemos de abandonar nuestras zonas de confort para ir a trabajar. Estar en la escuela no es sinónimo de permanencia, como el simple hecho de ocupar una silla sin aportar nada o pasar el rato en la cafetería y los alrededores de los salones.

Hay estudiantes que consideran que su autoestima o estados de ánimo, son importantes para quienes les impartimos clase. Lo que ignoran es que a nosotros sólo nos interesa que logren adquirir los aprendizajes y que en algún momento de su vida reconozcan su utilidad. En pocas palabras, no tomamos en cuenta si en la clase alguno está incómodo consigo mismo. Si suponen que pensar de esa forma es ser duros, esperen a tener un jefe; seguramente no tendrá paciencia y menos aún, la vocación de enseñanza.

Además, existen jefes que les importará un carajo que cumplas ese anhelo de encontrarte contigo mismo, o sea, si quieres saber lo que deseas en la vida, apréndelo por tu cuenta y en tus ratos libres. ¡Ni se te ocurra hacerlo en horas de trabajo!

Una vez que egreses de la licenciatura, sólo unos cuantos ejercerán su profesión en el campo laboral que les corresponde. Ellos comprenderán que las jornadas de empleo ya no se dividen en cursos, mucho menos en semestres, por lo tanto las vacaciones escasearan; ya no te insistirá mamá para que te levantes de la cama, ahora como autómata serás preso de un reloj checador; tendrás que sepultar el orgullo de haber concluido una carrera al recibir tu primer salario, cuando descubras no percibirás esa millonada que imaginabas.

Tristemente, el egresado se dará cuenta de que todos esos cursos de liderazgo, donde se le inculcó llegar a ser el mandamás de la oficina que conduce un portentoso coche último modelo, apenitas se incorpora al empleo, es algo que no se logra de la noche a la mañana si no es gracias a la disciplina, compromiso y ahínco que pongas con el paso de los años en tu trayectoria profesional. Descubrir que no basta el simple hecho de creerte un jefecito, así tipo tirano. Por otro lado, aquellos alumnos que no logran desempeñarse en campos dignos a su profesión, no deben de sentirse denigrados, pues esa oportunidad que ellos tienen de contar con un empleo, otros la desean.

Hoy, los llamados expertos en la educación se empeñan en borrar de las escuelas la palabra reprobado, pues según ellos denigra la autoestima de los alumnos. En pocas palabras, intentan erradicar la brecha entre triunfadores y perdedores; consideran un atraso del sistema a los repetidores, razón por la cual a quienes carecen de motivación hacia el estudio se les otorgan un sinfín de oportunidades para “ayudarles” a aprobar, evitando así fomentar en su formación una aptitud responsable, olvidando que en la vida real todo es a la inversa.

Compañero estudiante: tanto ustedes como nosotros hacemos posible el proceso enseñanza-aprendizaje. Somos parte inherente a un sistema educativo que nos lleva a un mismo punto: contribuir al funcionamiento correcto de nuestro país, razón por la cual, si se equivocan, no hay razón para justificar sus errores en nosotros. Mejor aprendan de ellos para que lleguen a ser mejores. El mejor inicio para ordenar el camino es tu hogar: organiza el cuarto donde habitas, ahí tienes el comienzo para el progreso.

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