miércoles, 28 de enero de 2015

El aguacero

"Dios es empleado en un mostrador, da para recibir.
¿Quién me dará un crédito, mi señor? Sólo sé sonreír." Charly García



Algunas veces en la vida nos llueve, y no me refiero a la que pronostican –pues muchas veces los del estado del tiempo se equivocan–, sino a la nubosidad variable que nuestro ánimo presenta ante algunas situaciones que hasta llegan a ser mayormente nublados con algunas posibilidades de tormenta. De esas veces que te arrepientes de haberte levantado, cuando el chubasco lo tienes encima, y lo más triste, no traes impermeable ni menos un paraguas que te proteja o ya de perdida un tejabán donde resguardarte.

Con tal de protegernos del aguacero, recurrimos a solicitar en calidad de préstamo impermeables a todas esas personas que en apariencia nos estiman, sintiéndonos seguros de no incordiar a aquellos que nos han demostrado antipatía, pero inocentemente hemos olvidado una de las añejas pestes que ha padecido nuestra sociedad y que continúa latente, la hipocresía, esa peste cuyo síntoma más palpable es el cambio de personalidad de la gente hacia nosotros cuando están con otros.

Haciendo caso omiso de esta enfermedad, buscas un impermeable ajeno que generosamente alguien te lo facilitará o simplemente recurres al confesionario del siglo XXI, las redes sociales, ahí alzas la voz para que tus “amigos” experimenten cierta empatía ante los problemas y errores que en acto de contrición declaras. Pues, por más que nos esforcemos no podemos evitar seguir siendo esclavos de las apariencias, de denotar algo que ni la sombra de ello somos, de vivir siempre confundidos por la opinión de los demás sobre nuestra persona.

Creo que tal inseguridad es la que nos hace derrochar en todo eso que nos brinde una imagen de opulencia, de estabilidad económica e incluso de poseer cosas que sólo llenan un capricho de unos instantes y luego pasan al olvido, es como si hiciéramos nuestra la frase de “mi capricho es ley”; así compramos ropa en saldos de reconocida marca que en su momento ya nadie quiso pero que nos da la apariencia de pudientes, ¡de ser los mejores, woeé! Estoy seguro de que se sorprenderían de lo caro que es verse tan barato como uno.

¿Qué nos hace sentir superiores? Pues caemos en el error de considerar que el simple hecho de pensar, esa extraña capacidad de raciocinio que muchas veces parece no estar conectado ni con nuestra habla ni con nuestros actos, imagino que por ello queremos siempre denotar una especie de supremacía sobre los animales, decidiendo gracias a ese raciocinio quienes deben morir, así como si fuéramos dioses, incluso hasta los hemos obligado a realizar cosas totalmente distintas a su hábitat con tal de no alterar el nuestro.

Si ves nublado tu panorama o percibes que se aproxima la tormenta, conviértete en sastre y confecciona un impermeable a tu medida, no lo compres ni lo pidas prestado, obtén el propio y que el aguacero te haga los mandados, recuerda que para llegar a viejo y ser considerado un sabio, primero hay que ser joven y estúpido, eso no significa que te quedes colgado de esa edad como columpio, conviértelo en un trampolín y brinca de él lo más alto que puedas, no temas que se te acabe el mundo, pues da más pánico que todo continúe igual. Tampoco olvides algo muy importante, aprende a darles a las personas la misma importancia y valor que ellas te dan a ti.

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