miércoles, 12 de junio de 2013

El ojo de la cerradura

Entre las inmediaciones de la cafetería y el edificio administrativo de los bachilleratos 1, 2 y 3 del Campus Colima se ubica un edificio que alberga tres aulas, al final de una de ellas existe un enorme muro de piedra en cuyo extremo izquierdo a medio metro antes de llegar al suelo se sitúa una cerradura enclavada, inerte y enmohecida por el paso del tiempo; está ahí impidiendo que alguien pueda abrirla, pues se desconoce el paradero de su llave y más aún el enigmático contenido que resguarda.

Debido a que nadie sabe su origen y lo común que se vuelve con el paso del tiempo, la curiosidad por saber lo que hay detrás del muro se olvida cuando la generación cumple los primeros meses de estancia en ese espacio educativo; al principio los estudiantes especulan una serie de cosas que pasan detrás del ojo de la cerradura, como que es el acceso a otra dimensión donde existe un doble de cada integrante de la actual comunidad escolar, cuya personalidad es totalmente opuesta a la real, es decir, los estudiantes brillantes y los profesores de excelentes herramientas pedagógicas de nuestra realidad, en la otra dimensión son lo contrario, si la persona es de complexión robusta o si es de facciones no atractivas, en la realidad alterna es esbelta y una guapura.

Se cree que quien tiene la llave al introducirla por el ojo de la cerradura el muro se abrirá tipo novela de J. K. Rowling, además de que el único horario para ser abierto es a la media noche de un 29 de febrero, pues según la imaginación de los jóvenes un antiguo director del turno matutino ahí guardaba la infamia y malaondés de los estudiantes y profesores, más al morir éste fue sepultado con la llave para que nunca se pudieran salir esas vicisitudes malignas de las personas y se llevó a la tumba el secreto de cómo destruirlas.

Hay quienes aseguran que al abrir el muro entrarás a un portal que conducirá a otro plantel educativo, donde es posible observar a chicas jugando basquetbol con largas faldas que apenas dejan entrever sus tobillos, jóvenes de cabello engomado por la vaselina cargando sus útiles escolares, y si caminas por los pasillos seguramente podrás ver en alguna de las rústicas aulas al profesor Gregorio Macedo López embelesar a sus atentos discípulos con la epopeya griega o el poema más antiguo llamado la Ilíada, rompiendo el mito de que Homero a quien algunos consideran el autor de esta obra no era un solo hombre, sino varios que pertenecían a una sociedad de poetas llamados los Homēridai. Además en ese lugar no se puede permanecer más de una hora clase, pues si continúas allí corres el riesgo de quedarte para siempre, ¡qué no estaría nada mal!

Otras generaciones estudiantiles más recientes afirman que la Eminencia, guardó detrás del submundo que protege el muro una colección de mantras cuya función era enfocar y tranquilizar la mente de los alumnos, protegiéndolos contra los ciclos improductivos de pensamiento y acción negativos generados por el ocio, más al no regresar éste de su viaje no hay quien las libere, razón por la cual existe tanta falta de concentración por el estudio.

Hace unos días supe el propósito y la función de la cerradura en el muro, pero no la voy a decir, pues es más productivo que este objeto siga despertando la fantasía de nuestros alumnos, en épocas donde el cine, la programación de la televisión, la internet y la telefonía móvil han castrado esa hermosa capacidad de asombro, que permite al sujeto manipular la información de forma intrínseca, creando representaciones que únicamente se perciben por los sentidos de la mente, y si lo que ven los jóvenes por el ojo de la cerradura abre su imaginación, más vale guardar el secreto para siempre.

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