miércoles, 3 de octubre de 2012

Crustáceos Mejicanos

Han pasado varios días del aniversario de la Independencia, las plazas y comercios ya descolgaron las banderas tricolor, los periódicos murales en las escuelas están descoloridos, los héroes patrios han dejado de reunirse en los restaurantes donde se alimentan esas personas muy importantes de la ciudad; de mexicano sólo nos queda la gastronomía, pues ahora la línea comercial apunta hacia la anglo tradición del halloween.

Todo el bombardeo mediático se ha detenido, lo único nacionalista serán las ceremonias cívicas de honores a nuestro lábaro patrio de los lunes o viernes en las escuelas públicas de nivel básico o la de los ayuntamientos una vez al mes, algunos encuentros deportivos donde los atletas nacionales compitan, entre otros eventos que así lo evoquen hasta llegar a las celebraciones de la Revolución Nacional.

Años atrás ciertos países conceptualizaban al mexicano con aquella imagen del indígena cubierto con un sarape a rayas de enorme sombrero y recostado a la sombra del nopal con su botella de tequila al lado, o sea, para ellos éramos unos perfectos holgazanes; los gringos en cambio, por tratar de limar asperezas con sus vecinos por prohibirles el ingreso a sus hoteles y restaurantes al igual que a los perros, intentaron ofrecer al mundo un concepto visual distinto del mexicano, pues en la película de los estudios Disney de “Los Tres Caballeros”, evocaron al ciudadano de nuestro país como un audaz y alocado gallo ataviado de charro llamado Pancho Pistolas, la Compañía Warner intentó hacer lo mismo, sólo que para ellos un mexicano equivalía a un ratón de piel color cafecita –no negra como Mickey– con ropas de manta cuyo apellido fue González y que se mofaba con improperios de un gato estadounidense, roedor que años adelante vetarían por tales ofensas, mientras el Rey del Rock and Roll

afirmaba que de besar a una mexicana preferiría mejor hacerlo con una negra o una hembra canina.

Igual de peyorativo, hace pocos años un intérprete italiano despreciaría a nuestras femeninas, al decir que para su gusto, las mexicanas eran feas y bigotonas, después comprendimos los motivos de esa expresión, cuando este cantante salió del closet. ¿Y los mexicanos, qué opinión tenemos de nosotros mismos?

Sencillo de explicar, somos a veces peores de racistas que los extranjeros, gracias a esa serie de complejos de inferioridad que nos fomentaron en casa, los cuales hacen que nos comportamos como cangrejos en cubeta, es decir, cuando observamos que alguien empieza a escalar peldaños, con nuestras tenazas envenenadas por la envidia lo jalamos con calumnias de nuevo hasta el fondo, ¿por qué no somos capaces de soportar la superación del prójimo?

Si el vecino cambia de coche o remodela su casa, una de dos, está robando donde trabaja o tiene algún contubernio con el narco; si la compañera de clase de esbelta figura viste ropas sexy, lo más seguro es que anda en malos pasos; si el dueño de la tienda de la esquina saluda muy amable a las chicas de la colonia, es un viejo rabo verde y libidinoso o puede que sea un maníaco sexual en potencia que pretende violarlas.

Cuando el docente brinda facilidades para que sus discípulos reprobados mejoren su calificación o es un profesor barquito o pide ciertos favores económicos y sexuales a cambio; el estudiante de alto rendimiento académico lo consideran un matado, barbero o gusano de biblioteca que no tiene vida propia; si alguien asciende de puesto dentro de la escala laboral, si es mujer lo más probable es que se haya acostado con sus superiores, si se trata de un hombre, puede que sea un mezquino lamebotas o que llego ahí por nepotismo.

Híjole, la verdad es que resulta vergonzoso que entre nosotros mismos por el pánico de no aceptar nuestras capacidades, nos cubramos con una venda los ojos y no veamos con aceptación lo que otros a duras penas logran alcanzar y nos empeñemos en justificar negativamente que ellos son mejores que uno, esto no significa que aceptemos resignadamente nuestras incapacidades, ni que seamos agachones mediocres sin ganas de superarse, al contrario hay que poner en práctica todas nuestras potencialidades para superarlos o alcanzarlos hasta salir de nuestra impotente cubeta.

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