miércoles, 24 de noviembre de 2010

Ruido

“Ruido de abogados, ruido compartido,
ruido envenenado, demasiado ruido”. Joaquín Sabina

Dicen que cuando una gallina va a poner un huevo cacaraquea para que todo mundo se dé cuenta que va realizar esa actividad y advertir a las demás aves del gallinero que no se interpongan; en la raza humana muchos la imitamos, a poco no es patético escuchar al funcionario que por fin se le ocurrió una idea brillante, entonces es prioridad gritarla a los cuatro vientos para que todos nos demos cuenta que por fin su oxidado cerebro se puso a trabajar.

Caso semejante el tipo que le pone su nombre y apellidos a todo lo que realiza, así sean actividades inherentes a su función laboral, digo, si se trata de asuntos nuevos o que no se relacionan con su empleo, pues si es justo patentizarlos, pero si son actividades comunes, la verdad uno piensa que se trata sólo de reconocimiento social. Igual de patético es el que se va ir de viaje y tiene que decirle a todas sus amistades su itinerario, además anuncia que por motivos de su próximo paseo no podrá estar disponible, ¡qué asco!

Ya entrados en este tema, es vergonzoso observar como muchos con tal de alcanzar el codiciado reconocimiento social, hacen hasta lo imposible, por ejemplo escribir sus datos reales y completos para abrir una cuenta de correo electrónico, con el riesgo de ser suplantados por algún extorsionador; elaborar tarjetas de presentación incluyendo además del número de teléfono celular, hasta el de casa, o sea, más material para el crimen organizado que siempre está al acecho.

Es común observar entre los usuarios del Messenger a sujetos ávidos de poner en los cuernos de la luna su reputación, utilizando en los mensajes de sus nicks, frases que hacen alarde sobre las importantes actividades emprendidas o que están desempeñando: “ocupado haciendo tesis”, “dándole duro al informe”, “fue un éxito la ceremonia”, por citar algunas; en la red social de Facebook pululan individuos que en su perfil se encuentran redactados todos sus datos personales reales, además de rendir un humilde tributo a su ego escribiendo frases que motiven a sus supuestos amigos a “pensar”, siendo lo más penoso que sus contactos se sienten inteligentes al dar respuesta a tales planteamientos.

Algunas personas en lugar de preocuparse por su importancia social, deberían cuidar mejor su aspecto, lucen desaliñados, les chilla la rata por no utilizar desodorante y hasta a algunos les huele la buchaca a causa de su halitosis; muchos de ellos tienen un carácter de los mil diablos, son prepotentes, engreídos, entrelucidos; o sea, los clásicos que deberían ser tratados con pinzas.

Lo recomendable es mejorar el carácter, pues eso denota tal como es en realidad la persona, y la reputación es lo que los demás piensan de uno, es decir, es algo cien por ciento subjetivo.

Si de hacer ruido se trata, les recomiendo el que hacían mis progenitores en su adolescencia cuando iban cada fin de semana a un motel a ensayar su luna de miel, en la planta baja había un salón de baile, y todos los tertulianos incómodamente se quejaban con el dueño del inmueble del tremendo escándalo que papá y mamá producían en sus 45 minutos de lucha cuerpo a cuerpo sobre las sábanas.

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