miércoles, 9 de junio de 2010

¡Ponte la camiseta!

Con el inicio del Mundial Sudáfrica 2010, las quinielas no se hacen esperar, todos los aficionados apuestan a favor del equipo que consideran es el mejor y que les hará obtener dividendos positivos a su bolsillo; para nosotros la situación se pone en duda, cuando desconfiamos que los jugadores nacionales no puedan ganar a los del equipo anfitrión en el partido inaugural, pues estos deportistas practican con cocos en lugar de balones, al correr dejan atrás a los cheetah, roban a las jirafas los pases de cabeza y les meten goles a los elefantes; mientras las estrellitas de Aguirre, por estar cuidando sus ademanes de metrosexual en televisión, puede que nos defrauden.

Por esta razón, tal vez a algún paisano se le ocurra apostar en contra de nuestra benemérita selección. Acción clasificada como malinchismo por los fieles seguidores del tricolor, es más, puede considerársele un traidor por no confiar en los jugadores aztecas y su potencial; incluso para ciertos individuos bien podría ser una falta de respeto a la nacionalidad, o sea, eres un hijo ingrato de la patria.

Al igual que uno critica la actitud del que llama “decepción nacional” a nuestros seleccionados de fútbol, un empleado traiciona su equipo laboral, cuando llega tarde a su cargo, se ausenta por varias horas, hace el clásico San Lunes, llega crudo o a veces en estado intermedio, es decir, ni está totalmente borracho ni le ha llegado la cruda. No está libre de culpas el sujeto que descuida o maltrata sus utensilios de trabajo, argumentando que la institución tiene de sobra y al fin de cuentas que tanto es tantito, el que hace pequeños hurtos de la materia prima y herramientas, con la pendeja idea de que al cabo no le cuesta mucho a la compañía.

¿Y qué sucede, cuando nos expresamos de forma pésima sobre nuestro empleo? Sí, cuando decimos que nos es justo el salario que recibimos, que existen privilegiados a los que les pagan por no hacer nada o de plano nunca se nos ha reconocido nuestra labor. Pero a cambio nosotros, ¿qué les ofrecemos? La estúpida actitud de, “ellos hacen que me pagan, yo hago que trabajo”, lo cual se traduce en poco rendimiento o escases en la productividad.

Es común hablar mal de nuestro patrón, así como se conoce vulgarmente, por “debajo del agua”, ¿por qué no lo vemos a la cara y le decimos nuestras inquietudes? No creo que nos vaya a despedir o poner en mal con su superior, por el simple hecho de exponerles nuestras necesidades laborales, al contrario con ello se mejorará la dinámica empresarial y las relaciones humanas.

Esto no significa que justifiquemos la falta de ánimo por laborar, tampoco se trata de inventar excusas y pretextos para desempeñarnos laboralmente de forma apática exentos de compromiso o faltos de identidad a la empresa.

De forma similar el colega que se queja porque lo hacen ir en horas fuera de su horario de trabajo, y ¿si no tuviera empleo? Lo más seguro es que estaría rogando a su Dios que le dieran cualquier turno con tal de contar con un puesto laboral; caso parecido es el ingrato desempleado que todos los días acude a las oficinas a solicitar vacante y cuando se la dan, pues con el argumento de que ya es sindicalizado exige sus prestaciones, entre las que se cuentan vacaciones adelantadas, horas prolongadas de almuerzo, receso para reponer energías en períodos de labor y un salario mejor que el de sus compañeros, si no se le cumple una de estas solicitudes lo más seguro es que diga que sus superiores son unos ojetes explotadores, ¡de qué se trata!

Por lo tanto apreciable lector, lo más recomendable es tomar en cuenta el consejo que Don Chava Flores da en su canción “¿A qué le tiras cuando sueñas, mexicano?”, de levantarse temprano para tomar el colectivo que lo llevará directo a la chamba, y por supuesto no olvide ponerse la camiseta, pues es parte inherente de la institución donde se desempeña.

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