miércoles, 16 de junio de 2010

Benditos traidores

“Tenían razón mis amantes
en eso de que antes el malo era yo”. Joaquín Sabina

Una vez, cierta compañera docente se quejaba amargamente de la felonía de su actual pareja, resultaba tanto el enojo que llegó a la conclusión de que todos los hombres además de ser unos maricas, son despreciablemente traicioneros, exceptuándome a mí, imagino porque era su paño de lágrimas en ese momento, motivo por el cual me exentaba de tales adjetivos.

Con algo de modestia, le comenté que tanto hombres como mujeres en algún momento de la vida somos catalogados de esa forma, me refiero a la actitud traicionera, la de ser marica, bueno eso se pone de manifiesto en la alcoba, y para ello muchos se pintan solos.

¿Cuándo se puede considerar a una persona como traidor? Será acaso cuando nos avergüenza la selección nacional, porque fallaron los penales; cuando estamos conviviendo con un grupo de sujetos que detestan a un amigo, y para sumarnos a su círculo social tenemos que fingir que nos desagrada también, hablando pestes de él.

Muchas veces queremos disfrazar una traición cambiándole de nombre, con tal de que pase desapercibida ante los demás preferimos llamarle “error”, “debilidad”, entre otros jodidos pretextos; a pesar de ponerle como queramos, una traición es y seguirá siendo una falla hacia el prójimo.

La traición implica el conjugar sentimientos de amor y odio, pues solo fallando a los que nos aprecian o estimamos, es como seremos considerados traidores, lo que significa castrar nuestra fidelidad o devoción hacia los otros; como una reacción ante tales actitudes, es obvio que surja cierto resquemor y con ello detestar a quien se consideraba estimado.

Acciones como abusar de las promesas y no cumplirlas puede llevarnos a que se nos clasifique de esa forma, peor aún, si nos las hicimos a nosotros mismos. De igual manera cuando mediamos los intereses propios sobre los de otros; cuando no tenemos tiempo de compartir algunas horas con los que nos aman.

Traicionamos a nuestros conocidos, cuando entre charlas con otros, les atribuimos frases y anécdotas poco decorosas que nos sucedieron a nosotros, pero por vergüenza, pena u orgullo no somos capaces de ser honestos expresándolas como en realidad son.

Resultamos peor que el mismo Judas Iscariote, cuando hacemos que nuestro Dios, juzgue al prójimo, lo excomulgue y lo refunda en el infierno, por actos cometidos, que nos escandalizan y a la vez nos dan cierta envidia porque nosotros nunca hemos tenido el suficiente valor de cometerlos; también ese sentimiento cruel de proyectar el pensar propio de las supuestas mezquindades que nos provocan los demás.

¿Por qué será que todo lo que nos afecta es tan atractivo? La comida chatarra, tomar alcohol, fumar, consumir cualquier tipo de droga, comer en exceso, ser tan sedentario, llevar una dieta desorganizada, consumir mucha grasa, los hombres y las mujeres perversas; simplemente, porque nos agrada y tenemos la ingenua resolución de hacerlas parte de nuestra vida, digo por alguna razón las rosas en sus tallos tienen espinas.

Respecto al sentir de mi colega profesora, pues si somos unos canallas, pero es porque se nos aprecia, y por lo tanto abusamos del sentir de los demás hacia nosotros; además no hay que olvidar que cuando nos equivocamos, estamos fomentando una especie de aprendizaje. Por ello no hay que odiar a quienes nos hicieron daño, mejor hay que agradecerles, pues gracias a esto nos hemos hecho más fuertes.

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