miércoles, 25 de febrero de 2009

Expectativas diacrónicas

Cuando tenía treinta años me sentía un calvo prematuro, diez años más tarde ya no puedo darme el lujo de pensar así, me cercioré de que el cabello se me estaba cayendo cuando de tener dos dedos de frente el número de dígitos se empezó a multiplicar, mis entradas por el frente se fueron haciendo salidas; y como todo hombre vanidoso, porque una cosa si es cierta, los hombres somos más vanidosos que las mujeres, cuando nadie nos ve aprovechamos cualquier cristal para ver nuestro reflejo y reafirmar la autoestima varonil.

Gracias a ese complejo que los calvos con el caer del cabello se nos va formando, hizo depositar todo mi empeño por conservarlo, experimentando con diversos remedios caseros y obvio con shampoo de todas las marcas, en cada frasco de champú que consumo siempre pongo mis expectativas esperando que alguna vez empiece a nacer nuevo folículo piloso en donde está mas liso que una canica, tal como si fuera abono, por supuesto siempre termino defraudado, triste y sin ganas de intentarlo de nuevo, una estilista me dijo que lo único que detenía la caída del pelo era el suelo, ¡Con esos consejos todavía tengo esperanzas!

¿Por qué será que cuando se tienen expectativas sobre algo, casi siempre termina uno frustrado o decepcionado? Lo vivimos y vemos a diario, vas en tu flamante coche del año, sintiéndote el amo de la carretera, de pronto pasa junto al tuyo un carrito todo destartalado y zas, te rebasa, por más que intentas alcanzarlo te resulta imposible, de pronto en un cruce de avenida lo ves zigzaguear entorpeciendo con ello su propia velocidad, dices este es el momento, pisas el acelerador y raudo vas a alcanzarlo, el cochecito antes de que cambie de verde a rojo el semáforo logra pasar, en cambio tu tienes que frenar quemando llanta y quedando como escaparate a la vista de todos; ¿Cómo es posible que un automóvil como el tuyo no haya podido realizar tal hazaña? En ese momento te dan ganas de bajarte de el y darle unas cuantas patadas incluso sientes deseos de demandar a la compañía automotriz donde lo compraste.

Llega el primer día de cursos, el instructor con sus dotes de sabelotodo hace la insulsa pregunta a su auditorio sobre las perspectivas que éstos tienen acerca del curso y por supuesto también de él, algunas personas para quedar bien auguran resultados positivos más no propositivos; pronóstico que con el transcurrir del tiempo puede resultar acertado o todo lo contrario, y a partir de tales consecuencias los estados de ánimo se irán inquietando, y ahora sí habrá que proponer.

Se anuncia un incremento salarial, el obrero empieza a sacar cuentas de lo que podrá adquirir con ese aumento, tal vez inscriba a sus hijos en colegios, compré el televisor de plasma y el Blue-ray para deleite familiar, dar el enganche para la camioneta nueva, etc., lamentablemente la posibilidad razonable de que esto suceda se verá castrada gracias al aumento del impuesto sobre el producto del trabajo que viene aunado a este otro; entonces decepcionado piensa que para lo único que le sobra es para cervezas y no queda otra que rendirle culto al dios Baco.

Por fin conoces a la pareja de tus sueños, intercambian de todo incluso hasta fluidos, piensas que es tu media naranja, decides hacer la relación eterna y después de los votos nupciales ambos se empiezan a quitar el disfraz de cordero, despertando poco a poco al lobo de su interior; la liga del matrimonio tan frágil se estira de un lado luego del otro, poco a poco hasta aflojarse; si una de las partes no cede, ésta terminará por romperse al igual si el lado que afloja siempre es el mismo. La esperanza se vuelve desesperanza y las justificaciones de la fractura se llaman incompatibilidad de caracteres, separación por acuerdo común, etc., lo único positivo es que a pesar del fracaso marital algunos individuos continúan encendiéndole su veladora a San Antonio haber si ahora les cumple su milagrito.

Esperas con ansias las vacaciones de Semana Santa, ya tienes planeado el sitio a donde viajarás para dejar atrás la rutina, el aburrimiento; las escasas maletas comienzan a duplicarse, debido a que conforme se aproxima la fecha recuerdas ese objeto que probablemente te hará falta; por fin llega el esperado día, y que te encuentras una carretera congestionadísima, en donde avanza más de prisa un caracol que tu carro añádele el intenso calor y los fuertes rayos solares, ¡Esto pinta oscuro! Los hoteles llenos de gente extraña y rara, los restaurantes ofertan buffets a precios exorbitantes donde degustaras de los mismos platillos todos los días de tu estancia, los espacios al aire libre se asemejan cuartos de vapor por el calor de la multitud que ahí se aglomera, los souvenirs son inalcanzables por sus altos precios lo que intuyes que parientes y conocidos sólo se deleitaran escuchando las peripecias que tendrás que narrarles a tu regreso, bueno si es que te las creen.

Conforme nos vamos desarrollando la necedad por desear obtener algo o esperar con cierta certeza a que ocurra lo queremos convertir en profecía, y así esperamos que nuestros representantes deportivos obtengan los mejores lugares en las competencias mundiales, que la fiesta de quince años de nuestra hija sea la mejor de todas, sacarnos algún día la lotería para renunciar al esclavizante trabajo, recibir una herencia para por fin tener casa propia o lograr el codiciado ascenso en el empleo.

Lo que se logre conseguir no tiene que ser lo que uno anhela con ahínco, en ese tipo de deseos es donde radica probablemente algunas de las cosas que podrían ser inalcanzables lo que indudablemente puede llenar de frustración y negatividad nuestra personalidad, más bien debe de ser lo que se pueda obtener, sin olvidar agradecer el contar con una vida saludable y un empleo.

No hay comentarios: