miércoles, 4 de febrero de 2009

El largo y sinuoso fin de semana

Acaba de pasar el primer fin de semana extenso, que para algunos aprendices y tal vez para expertos en la bohemia bien podría catalogarse como el primero de los fines de semana etílicos que amablemente nuestro calendario programó para este año; mientras ustedes gozaban de sus muy merecidas vacaciones yo me la pasé en cama gracias a los extenuantes síntomas del resfriado.

Siempre he comparado los efectos del resfrío con el enamoramiento, pues en ambas situaciones te sientes hecho un idiota, eres un perfecto torpe y lo que es peor a pesar de no sentirte tú, intentas dar la apariencia de lucidez que te hace ver más pendejo de lo normal.

Entre el amargo sabor del té que supuestamente diminuye los efectos, el embalsamamiento al más puro estilo egipcio con ungüentos que descongestionan las vías respiratorias, pero que todo mundo identifica la marca del producto a kilómetros gracias al aromático mentol; así como una buena dotación de pastillas analgésicas que sumadas a las doce que a diario consumo me hacían sentir como un toxicómano.

Por única vez fue necesario suspender las relajantes sesiones de caminata debido a la terrible molestia del cuerpo cortado; además de sentir al agacharme como si el cerebro se me estuviera derritiendo y se viniera todo hacia la frente escurriéndose por la nariz, haciéndome un consumidor en potencia de pañuelos desechables asemejándome después de tanto estornudar a Rodolfo el reno .

Las noches eran un verdadero suplicio al no poder respirar de forma correcta, lo que facturaba un obligado insomnio y la cándida idea de pensar mientras transcurrían las horas que en algún momento iba a conciliar el sueño y dormir plácidamente, cuando por fin lograba respirar injustamente el vendedor de tamales con sus bocinas a tope al promocionar sus productos lo impedía, razones por las cuales abandonaba el cómodo colchón, obteniendo como precio a mi desvelo una muy merecida jaqueca de cansancio.

Cuando tienes catarro resulta imposible el disfrute de los aparatos electrónicos de entretenimiento, para qué escuchar música si no te deleitas al cien porciento por lo tapado que están los tímpanos, como ver una película si los ojos te arden y si te empeñas en hacerlo cada medio minuto lagrimeas y terminas con los glóbulos oculares tan rojos como si fueras un consumidor de marihuana nato, y a ello le sumas que también tienes la boca reseca y los labios te lucen tan desquebrajados como la arena del desierto.

De una cosa sí estoy satisfecho es que cuando uno se encuentra enfermo se acuerda que sigue vivo y por ende valora todos los saludables días que olvido por el simple hecho de no presentar una molestia orgánica, y es que estamos tan domesticados a nuestras costumbres que parecemos autómatas, es decir, robots que trabajan y consumen, pero que se olvidan de vivir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

gracias por relajarme con este pequeño pero disfrutable escrito, y sobretodo por recordarme que debo estar contenta por la salud que ahora tengo..bueeeeno aparte de unos molestillos cólicos menssuales, pero finalmente viva y contenta..y seguro que también lo estarás después de semejante catarro..así que felicidades por eso..
RUBI