jueves, 10 de marzo de 2022

El “playlist” más triste.




¡Los mexicanos somos bien masoquistas! Muchos dirán que esta afirmación no tiene fundamentos, si en realidad somos rete felices, optimistas y animosos, cierto, así como muchos no aceptan que parte de la década de los ochentas y noventas, tanto la televisión como la radio nos manipulaban haciéndonos creer que teníamos tan solo una capacidad de concentración de tres minutos, para después de ese lapso de tiempo invadir el cerebro con varios de publicidad, esto último no lo digo yo, lo dijo una vez Alejandro Jodorowsky, y él sí que se las sabe. ¿A qué voy con esto? Resulta que un conocido aficionado a la música, los fines de semana de hueva se pone a armar un playlist en Spotify de puras rolas tristísimas, sí, de esas que te dan ganas de tomar una cuerda y ahorcar el ego, con tal de experimentar soledad, tristeza y nostalgia de algo o por alguien, revivir ese amor que nunca sucedió, pero que aun en la lela lo recuerdas como el fenómeno inalcanzable que fue, ¡alguien tiene una oblea para cortarme las venas!

Y para echarle más sal a la herida mental, ese conocido titulaba las listas de reproducción con los nombres de sus ex. Recuerdo en mi adolescencia cuando existían los casetes, me daba por grabar música agüitante para poder llorar a gusto, era como si necesitará despreciarme, experimentar sufrimiento; gracias a esas cintas sin aún tener novia, supe que el amor acaba, y eso que a José José en esa época no le daba la razón, ya que resultaba increíble abandonar a alguien a quien se amaba, así como me lo habían enseñado Blancanieves y La Cenicienta, acuérdense de ese eslogan de “vivieron felices para siempre”. Luego un tal Mijares con su disco homónimo -que después se llamó “Soñador”-, invitaba a ser 100% heterosexual, la cubanita parlanchina de María Conchita Alonso denostaba las repercusiones que acarrean las noches etílicas, mientras un Manuel Ascanio advertía las consecuencias de ser infiel, en fin, todo un repertorio lacrimógeno de un adolescente que vivía romances imaginarios con chicas que jamás lo aceptarían como novio.

Hoy que escuchó “La tumba será el final”, en esa versión cantinera de Bunbury, pienso, mientras suena el magistral acordeón de El Flaco Jiménez, que la idea de crear listas de canciones tristes para provocar lágrimas, así como evocar dolor y melancolía, es simplemente para prepararnos a ese adiós definitivo, sin importar un hasta luego, es decir, perpetuar un vals infinito que prolongue la despedida… Y para que no se nos olvide que la vida es un rosario de misterios dolorosos que entre cada una de sus cuentas existen esas pequeñísimas pausas de felicidad.

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