jueves, 18 de octubre de 2018

Aislado

Hay días en que la neta tengo la necesidad de estar aislado, así como enfermo terminal al que los médicos le indican a los familiares cero visitas, o sea, no entrar en contacto con otros humanos, pero al recordar la comida malísima de los hospitales, tener que chutarme en el televisor la gacha programación de los canales abiertos y que no me toquen enfermeras de esas que suben la fiebre, pos la verdad se me quitan las ganas y vuelvo a entrar en contacto con mis semejantes.

Pero mis ansias de soledad no son por amargura, ni mamón, mucho menos por mala ondes, es simplemente de que en esos momentos puedo estar tranquilo, sin el ánimo de querer quedar bien con nadie –que por cierto eso de querer agradar a los demás es de lo más imbécil que uno intente hacer–, tener unas horas para fumar la pipa de la paz con mi conciencia y reflexionar sobre ciertas situaciones que parecen importantes, pero que en la tranquilidad del aislamiento simplemente las bajamos del ranking de las preocupaciones.

No es ninguna recomendación de algún gurú de yoga, menos de mi amigo el brujo –si ese que cantaba Manuel “El Loco” Valdés, en aquella divertida película de Dos fantasmas y una muchacha que también repitieron en la cinta Los fantasmas burlones, ¡así de originales nuestro cine nacional! –, tampoco se trata de ningún mantra hare krishna o que lo supe a través de mis libros de vudú, es tan solo caer en la conclusión de que eso que me quitaba el sueño es de lo más tarado, pues gracias a la paz que brinda el aislamiento obligado lo encuero y tranquilamente me doy cuenta de lo idiota que fui al preocuparme de algo tan sencillamente pendejo.

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