jueves, 9 de agosto de 2018

Letras que saben a pañuelo de estación

Quiero conocer al valiente que se atrevió a decir que las despedidas no eran difíciles, ¡neta qué posturas de gallina tiene ese bato! Y más para los que tenemos corazón de pollo, razón por la cual no me gusta ir a los velorios, pues me dura un buen lo agüitado, ya se imaginarán esto de escribir para decirle ADIÓS a una comunidad escolar, es para poner el ojito blanco tipo Rémi.

Insisto, es difícil despedirse, por eso no comprendo a las parejas cuando rompen su relación, imagino que se dicen: “Tenemos que darnos un tiempo, es que no eres tú, soy yo. ¿Y si quedamos mejor como amigos?” Quien firma lo que escribe, tiene que ser honesto consigo mismo –digo, si yo no lo soy, ¿entonces quién? –, para entender que hay periodos, que como todas las cosas en la vida así como se tuvo un principio igual se tendrá un fin, que todos somos inmanentes como dijo santo Tomás de Aquino, o sea, que nada es eterno, todo cambia, tampoco quiero hacer una despedida tipo Televisa o Azteca con el discursito ese de cerrar ciclos, pero la verdad es que en algún momento esto que hoy dejo lo voy a borrar de mi cerebro, pero su esencia permanecerá.

¡Claro que permanecerán! Pues solo bastará con cerrar los ojos y mi nariz percibirá ese aroma a cuadernos nuevos y lápices, reviviré nuevamente el nerviosismo de esas cuarenta personas que en el año de 1999 se conocían por vez primera un sábado de febrero, donde recibirían clases de 1 a 8:30 p.m., adentrándose tal vez sin saberlo en la adquisición de habilidades propias del autodidactismo, esos adultos que iban a la escuela a aprender, preguntando todo aquello que no comprendían e incluso querer ir más allá de lo que un programa educativo señala con tal de satisfacer su curiosidad.

Durante 19 años pude constatar, a través de las generaciones de la modalidad semiescolarizada, que a pesar de la edad de los estudiantes, ellos reconocían que la vida no se pierde en los intentos, al contrario, cada oportunidad los mantenía vivos, muchos ahora son profesionales, otros conscientes de que un título ni te quita lo imbécil ni te hace más inteligente, pero que la educación te ilumina y despeja la mente, siguen rifándosela en nuestro difícil mercado laboral.

Muchas gracias a los rectores, directores generales y demás autoridades de cada plantel donde funcionó esta modalidad, por brindarme la oportunidad de formar parte de la plantilla docente del Bachillerato Semiescolarizado de mi querida Alma Máter, a los estudiantes por compartir momentos de sus vidas; después de tantas voces, de tantas experiencias y lo más importante, después de tantos amigos, me quedo con las anécdotas y la memoria de los días, nos vemos cada vez en los recuerdos.

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