jueves, 31 de mayo de 2018

Ciudadano fregadanti

En mis amados ochentas, los sábados por la noche, –na´quever con la película de John Travolta– devotamente era aficionado a dos cosas, la primera de ellas, disfrutar de un enorme plato de pozole con trompa, oreja y pata de tocayo acompañado con su respectivo chesco, mientras que la segunda era sentarme frente al televisor a ver el programa Ciudadano Infraganti –de pronto llega el flashback del tema de entrada, con la canción El Barbero de Sevilla de Rossini, que quede bien claro, no de Bugs Bunny ¡Eh! –, que conducía Oscar Cadena, un señor calvo, gordito – ¿en dónde habré visto a alguien así? ¡Tal vez en el espejo, wee!– con tirantes y una cámara JVC descolorida que recorría las calles de chilangolandia, o sea, el DeFectuoso, hoy CDMX (¡chin! ¿Y ahora cómo le vamos a hacer para el gentilicio?), evidenciando a las personas que estacionaban mal sus coches al igual que aquellos que tiraban basura en lugares indebidos, registrándolo a través de la lente.

Supuestamente esos testimonios en imágenes debían de generar conciencia en el teleauditorio, pero creo que no, pues la gente continuaba estacionándose en doble fila, las banquetas permanecían sucias, seguían sin respetar las filas, la corrupción de los servidores públicos incrementaba, el desperdicio de agua potable se hizo común y eso que el programa duró un buen de transmisiones, pues material visual había de sobra, es más, era como si esos videos en lugar de denunciar conductas indebidas, sirvieran a manera de ejemplo para quienes las quisieran hacer las perfeccionaran evitando los errores ahí expuestos.

En el siglo XXI, el legado de este programa ha sido perpetuado gracias a todos aquellos que con su celular en mano son capaces de obtener evidencias fotográficas y en video con tal de denunciar situaciones problemáticas de la ciudadanía, he aquí el origen de las lady y lores que tanto trending topic han generado en redes sociales, igual, también prefieren perderse la sensación de vivir el momento de alguna presentación artística con tal de captar trozos del evento y subirlos a Facebook o Twitter, venga a nosotros tu reino, y hágase tu voluntad.

Lo peor es cuando en ese ejercicio de ser testigos les importa poco fotografiar difuntos sin ningún escrúpulo, accidentes sangrientos e incluso enfrentamientos entre los representantes de la ley contra la delincuencia, poniendo en riesgo su propia integridad física, además de entorpecer operativos policiacos y los primeros auxilios de los socorristas a las víctimas, da la impresión que cuanto más nos modernizamos, el respeto por el sufrimiento ajeno pasa a un segundo plano con tal de captar cada vez más like y followers, lo que nos hace ser tan irracionales, a pesar de ello, a nuestro país aún le falta un buen para lograr que usuarios de redes sociales tengan claro como atacar la corrupción y la impunidad a través de ellas.

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