jueves, 1 de junio de 2017

Hipnotizador de masa

Durante mi infancia los días transcurrían pausados, más si se trataban de las vacaciones largas entre julio y agosto, cuando todos los días parecían sábados, en tales fechas nos reuníamos una palomilla de cuates –pinche frasecita de los ochentas–, entre hombres y mujeres cuyo lema era… creo que ya lo dije en otro texto, pero no está de más recordárselos: Frutsi, Marinela y Burburock de Odisea Burbujas; pasábamos horas jugando en un lote baldío que se encontraba por una calle cerrada del barrio, ahí trepamos árboles, jugábamos al bebeleche, trazado en la tierra, que después un primo chilango de uno de mis amigos dijo que se llamaba “avión”, ¡naaaa, para nosotros era bebeleche y punto! Sobraban las señoras que regañaban a nuestras amiguitas por juntarse con hombres, creo que en sus mentes cochambrosas no cabía la idea de ver a ambos géneros divertirse sin prejuicios.

Otro de nuestros pasatiempos era escuchar música en el estéreo Zonda de Lichis, a través de ese modular sin necesidad de estudiar la aburrida asignatura de geografía, descubrimos que en nuestro país había un Juliantla cuyas maravillas en la voz de Joan Sebastian superaban cualquier programa de “México, magia y encuentro”; quienes resultaban ser la neta, eran Enrique y Ana, pues con ellos bailábamos en conjunto siguiendo sus instrucciones en La Yenka, semejante a lo que hoy conocemos como cardio, no podía faltar “Baila con el hula-hoop”, donde desplegábamos nuestro ingenio al construir los aros a partir de tubos corrugados, como yo nunca tuve cintura me era imposible mantenerlo girando en el aire, la única canción que nos brincábamos del disco era “Madre”, pues a nadie nos gustaría perder a nuestra jefecita de niños como se describía en la letra de Juan Pardo.

En una ocasión Alma Rosa se nos unió, bajo el brazo portaba un disco en cuya portada amarillo oro se leía: “Duérmase. Auto-Hipnosis (Grabación Hipnótica). Taurus Do Brasil”, órale, era el mismo del cartel –ahora los Millennials les llaman flyer, wee¬– pegado en los postes, ese que se presentaba en el cine Reforma, ella nos hizo saber que el disco ayudaba a quienes lo escucharan a evadir las drogas –ahora entiendo porque nunca me ha gustado tener ninguna clase de crédito con las tiendas departamentales¬–, mientras que en la cara B fomentaba habilidades para el aprendizaje. Pusimos sobre la tornamesa la primera sesión, todos nos quedamos dormidos bajo las órdenes de una voz cuyo acento se semejaba al de Kalimán, que nos conducía por las sendas oníricas, cuando despertamos, nadie nos la creíamos, incluso sospechábamos de haber fingido.

Alma Rosa para comprobar la veracidad del hipnotizador de masas, se auto propuso a someterse únicamente al tratamiento del lado B del acetato, mientras los demás la observaríamos, acordado esto le dimos play, conforme transcurrían los minutos ella respiraba tranquila, casi, casi roncaba, pero antes de que finalizara el vinilo, en el momento en que la voz de Taurus realizaba la cuenta regresiva, la condenada aguja del aparato se quedó estancada en una misma frase, ¡chin, se rayó! – dijimos al unísono.

Apresuradamente fuimos al sillón donde estaba Alma Rosa, por más que la movíamos, el resultado era el mismo, no despertaba, nos invadió la desesperación, imaginando si nunca despertase, ¿qué iba a suceder? ¿Cómo recibirían sus padres la noticia? En medio de la angustia, Raúl, el más pequeño de nosotros sugirió que pusiéramos nuevamente la cara A del disco ya que esa no estaba rayada y que recorriéramos con la mano la aguja hasta donde el hipnotizador hace la cuenta regresiva. Seguimos al pie de la letra su idea y efectivamente Alma despertó, muy relajada, lamentablemente su mamá tenía rato buscándola para que fuera a las tortillas y, peor aún, se había traído el LP sin su consentimiento, o sea, le esperaba una terapia psicológica a chancleta limpia.

Así fueron pasando los años, más con la llegada del grupo puertorriqueño Menudo, a las chicas les entró la onda de coleccionar recortes de revistas donde ellos salían y suspirar con sus cancioncitas románticas por algún adolescente peludote y lleno de acné, prospecto a pareja sentimental pero que era el más desmadroso del barrio, ¡maldito complejo cavernícola!

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