jueves, 9 de junio de 2016

¿Qué onda con la contingencia?

(Parte I)

¡El clima como ha cambiado! Con tanta modificación da la impresión de que las estaciones del año son teorías tan perfectas que vimos en la escuela y en la actualidad no tienen razón de ser, es más, tal brusquedad de temperaturas hacen que la letra de la canción “El Planeta” del grupo fresón de rap de los noventas Caló – ¡sí, tengo sus discos, chintolo no sólo de Vivaldi y Mozart vive el hombre! –, convierta a los autores del tema Claudio Yarto y Aleks Syntek en profetas.

Con la contaminación nuestro vocabulario se apropió de palabras como biodegradable, reciclado, ozono, IMECAS – ¡y no es ninguna antigua civilización prehispánica!–, deforestación, ecocidio –aunque parezca que esta frase se la chutaron de algún programa de la Tremenda Corte, existe–, smog, entre otros. Acá en la Ciudad de las Palmeras aún no tenemos que preocuparnos a pesar de que ya existen zonas donde hay más coches que inquilinos en los domicilios, sólo en urbes como la CDMX que a consecuencias del alto índice de contaminación imponen una serie de fases preventivas como lo es evitar que circulen automóviles de ciertas características y con ello disminuir el problema.

Ante tal restricción los capitalinos guardan sus carros y utilizan el transporte público o abordan alguno de los servicios gratuitos establecidos por el gobierno, además, otra de las precauciones es el cuidado de la salud, por lo que recomiendan no realizar ejercicio al aire libre y ni exponerse al sol por más de 15 minutos.

A los inicio de mi vida laboral, en el año 1998, cuando por fin nos dejaba de hacer bobo Jacobo al despedirse de su noticiero longevo y James Cameron se echaba a la bolsa once premios óscar por su hipercursi película Titanic, mis nuevos compañeros de oficina nos enfrentamos a una especie de contingencia, resulta que sólo una computadora contaba con conexión a Internet, obvio que todos queríamos utilizarla, ya sea por las maravillas de búsqueda que nos proporcionaba AltaVista, así como el entrar en contacto entre nosotros mismos a través del correo electrónico Yahoo! –digo uno tiene cosas muuuuy privadas que compartir lejos de la mirada hostigadora del jefe.

Ante tal demanda quien en ese entonces era nuestro patrón inmediato –cuyo nombre omitiré para no herir susceptibilidades, decidió crear un plan de contingencia donde se establecía un horario de uso para cada uno de los Godínez, ¡ups! Digo oficinistas. De lunes a viernes se utilizaría de ocho de la mañana a doce de la tarde, durante este horario por bloques de dos horas se compartiría entre los responsables del turno matutino y por las tarde de cuatro a ocho para el turno vespertino. Lunes, miércoles y viernes únicamente podrían usarla aquellos empleados cuyo apellido paterno iniciará con alguna de las diez primeras letras del alfabeto, mientras que martes, jueves y sábado el resto, y para no perder la caballerosidad, las damas serían las primeras.

En esa época era imposible observar como hoy a gente arduamente adherida a la computadora a través de alguna red social y descansando en sus horas laborales, las jornadas de trabajo duraban lo mismo, y las personas se conocían de verdad. Si continuamos como hasta ahora lo hacemos inmersos en la Internet, no nos extrañe por qué los extraterrestres no han hecho contacto con nosotros.

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