jueves, 3 de marzo de 2016

¡Lo dijo mi amá!

En últimas fechas he percibido una actitud en ciertas personas tan arcaica que en mi infancia era común, ¡ya se imaginarán lo añejo que es con la edad que tengo! A ella apelaban mis hermanos cuando querían amedrentar mis ánimos. Tal proceder de los carnalitos consistía en que para evitar que hiciera algo que desde su punto de vista no era lo correcto o querían que ejecutara lo que ellos deseaban, recurrían a argumentos como: “¡no lo hagas! Mamá dijo que si continuabas, te iba a pegar”, o en caso contrario si no cumplía algunos de sus caprichos amenazaban aludiendo a que la jefecita me castigaría por desobedecerlos.

Durante la infancia nuevamente esta situación se presentó, cuando el compañerito de juegos ya no quería ser mi amiguito, diciendo que su madre le tenía prohibido juntarse conmigo, dejándome estupefacto pues de antemano sabía que era mentira. En los años de bachillerato, no faltaba quien con agrias intenciones aguara las ganas de estudiar del grupo, aludiendo que el profesor de matemáticas había dicho que reprobaría a todo el salón, le hiciéramos como le hiciéramos, ¿neta?

En la actualidad, en estos tiempos donde escasea la decencia y abunda la impunidad, quienes ocupan puestos de mando, bajo la impotencia de ejercer su liderazgo, y ante la imposibilidad, casi, casi de desesperación de controlar a sus subalternos emplean argumentos como los antes expuestos, sólo que esta vez, ya no es ni mamá, mucho menos el amiguito de la infancia, ahora para girar órdenes, poner prohibiciones y obstáculos laborales, esos falsos dirigentes utilizan el pretexto de que son órdenes superiores, y lo peor de ello es que esos superiores ni siquiera saben lo que en las bajas esferas del campo laboral se fragua bajo su nombre y de la pésima reputación que le están generando.

Recurrir a tales argucias tiene su intención, pues quien las utiliza consciente está de que infundir miedo en alguien es apagar súbitamente el switch de la racionalización, y por lógica sabe que harán justamente lo contrario, actuando con torpeza y excesivamente sin fundamento. Debido a que cuando nos plantean situaciones adversas a nuestro proceder, creamos un prejuicio, especie de asimetrías del pensamiento que generan ilusiones negativas del futuro que se avecina.

Experimentar sensaciones de miedo, erradica cualquier motivación para desempeñarnos de forma óptima, llevándonos a la depresión o al odio, es decir, podemos abandonar lo que hacíamos o reaccionar de forma violenta refrescándole la memoria de su santa madrecita a quien le atribuyeron la autoría de tal disposición, es decir, somos objeto de manipulación. La experiencia me ha enseñado que la única adrenalina capaz de incrementar mi frecuencia cardiaca no es el enojo, es el amor por mi pareja y la nostalgia que puedo darme el lujo de vivir es el futuro y el temor que debo sentir es el envejecer sin dignidad.

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