jueves, 17 de marzo de 2016

Trompabulario

A los aborígenes de nuestro México lindo y querido no nos es de extrañar que el lenguaje de algunas películas tenga tres opciones, una es el idioma original, otra es el español y una última denominada hispanoamericana, siendo esta la que se expresa como nosotros e incluso quienes realizan el doblaje son actores nacionales, lo cual hace algunas veces que los largometrajes sean atractivos, para muestra basta ver Shrek, escuchar a Burro en la voz de Eugenio Derbez con un léxico tan nuestro a diferencia del doblaje original hecho por el actor Eddie Murphy –¡aaaaaghhhhhhhhhhmmmmm! neta que es del bostezo.

La atracción de escuchar en personajes extranjeros el trompabulario con el cual nos expresamos, nos resulta atractivo gracias a todas esas frases que a más de alguno remitirá a Aarón Abasolo, Julio Esteban o al Lonje Moco, pero en realidad tales caracterizaciones nacen de la inspiración producida al oír a quienes nos comunicamos con palabras ingeniosas que transmiten lo que deseamos mediante vocabularios de un lenguaje coloquial tan nuestro.

Es por eso que cuando alguno de nosotros demuestra cierta pericia en cualquiera de las ramas del saber, nos volvemos bien chingones; ah pero si te equivocas o cometes algún error, simplemente la regaste –por respeto a su fina atención lector omito el término escatológico al que se hace comúnmente alusión. A los favores recibidos se les conocen como paros y en lugar de agradecer por ellos simplemente se dice “te debo una”; a los cobardes les llamamos collones y a quienes se pasan de listos o también a los que son buenos para algo se les llama cabrones.

A quien porta ropa fina y elegante se le denomina fufurufa, al degustar los alimentos no comemos, tragamos; para hacer referencia a las muchachitas en edad casaderas o ya de plano a aquellas tiernas noviecitas se les dice jainitas. Cuando algo es de muy mala calidad, pésima funcionalidad, falto de elegancia e incluso impráctico lo clasificamos como chafa.

En el proceso de comunicación no debe de faltar el uso del lenguaje matriarcal que como todo buen mexicano aportamos al habla popular con todas sus derivaciones, por ejemplo si nos toca estar donde hay caos, relajo, desorden, entre otros escándalos decimos que es un reverendo desmadre; al hecho de ir a prisa por cualquier medio se le clasifica como andar hecho la madre.

En cuanto a defensa personal nosotros no sabemos karate, ni Jiu-Jitsu, ni box, somos expertos en dar madrazos y cuando alguien recibe golpes, realiza un esfuerzo o denota cansancio, se está bien madreado. Cuando sé es divertido, generoso, agradable y divertido, pues ser así es ser a toda madre. Para decir no, y queremos que se oiga con tono de enfado no hay como un ni madres.

Alguno que otro lector en su bien amueblada cabecita se estará preguntando la clase de gente con la que convivo para conocer tan ínclito lenguaje. La verdad, es tan coloquial que tanto gente de “altura” y vulgares como yo en algún momento de la vida hemos recurrido a su uso, además tal trompabulario ha sido heredado de aquellos cuerpos avejentados y llenos de arrogas a los actuales millennials que imitaban el habla de sus progenitores y si alguno de ellos no conocían algún caliche, OB-VEE-O, que se informaban con sus cuates de la escuela.

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