jueves, 11 de febrero de 2016

Un merecido reconocimiento

Hace ya su tiempecito escribí sobre el argüendazo que las gallinas hacen al poner un huevo y cómo algunas personas nos parecemos a estas aves cuando alardeamos de las cosas que realizamos; el asunto que a continuación expongo me remite nuevamente al gallinero cuando se anuncia la venida del blanquillo, y a ese cacaraqueo se suman las demás aves del corral haciendo eco de esto sin ellas haberlo puesto, o sea, el mérito ajeno es ya de otros.

Así como el caso de las emplumadas, a los humanos nos sucede algo parecido; es sabido que todos tenemos problemas de autoestima, pero lo más ridículo es cuando el bajo concepto de uno mismo se empalma con el ego y cómo a manotazos de ahogado hacemos lo posible por figurar o que se nos reconozca por equis razón. En nuestro afán de ser reconocidos a veces nos colgamos de triunfos ajenos o que por simple casualidad nos correspondieron sin ningún esfuerzo, además de que al intentar alcanzar un logro que infle el orgullo no importa con cochambre pisotear o boicotear a nuestros semejantes.

Típico el infante que no da una en la escuela pero que al llegar a su casa con gran alboroto comenta a su jefecita que en las clases ya lo sentaron en la fila de los aplicados, pero la realidad es que las sillas de su fila están siendo reparadas; de igual forma a quien se le invita como representante de equis institución a asistir a capacitaciones o concursos, pero no por su sapiencia, simplemente porque quienes en realidad tendrían que haber sido los elegidos no pudieron, ah, pero a quien se designó por la hermosa casualidad del destino hace alarde con pompa y platillo en las redes sociales. Ahora sí que aplica el dicho de quien no conoce a Dios.

Ni hablar del seudo líder que se aprovecha de los logros alcanzados por el esfuerzo de sus subalternos para anunciarlos como de su autoría, igual le sucede al director de escuela cuando sus alumnos obtienen lugares decorosos en aprovechamiento académico y éste se atribuye que fue gracias a su intervención. De igual forma, esos papás que en su desmedido amor de cuervo moderno les atribuyen a sus hijos infinidad de capacidades sobrenaturales, que en lugar de causar admiración dan cierta penita.

Existen también aquellos que a pesar de ocupar un puesto en las altas esferas del empleo, no valoran ni reconocen las hazañas, logros y triunfos de quienes se encuentran por debajo de ellos, es más, hasta demeritan esos éxitos simplemente por ser ajenos, cuestionando y minimizando bajo cualquier pretexto o defecto encontrado. En fin, pura pasión de gente mediocre, roedores de victorias de otros, que hacen propio las glorias ajenas, en pocas palabras no viven sus vidas, son vividos.

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