jueves, 8 de octubre de 2015

Walk on the Wild Side

Lunes de cualquier semana, son las 6:15 a.m., hace cinco minutos que el despertador no ha parado de sonar, es más, su sonido ya despertó a tus vecinos quienes te refrescan la memoria de tu jefecita, en tu cabeza resuena la cruda de ayer, no recuerdas si fuiste sacado a la fuerza o saliste del antro como todo un caballero. Lentamente abandonas la cama, aún el piso se mueve al andar, pasas saliva y un amargo sabor a moneda antigua invade tu aliento, llegas al baño y el agua cala hasta la médula ósea, mientras tu cráneo es una bomba a punto de reventar, te miras al espejo y ves tu cara de nahual sin afeitar, nariz de chile relleno, eres optimista y ves guapura donde no la hay.

Abandonas el hogar con el estómago vacío, sabes que tu intestino en ese momento es incapaz de soportar algún bocado, además, consiente estás de que llegando a la oficina las secretarias estarán en la primera de las tres tandas de alimentos, el desayuno, y obvio que compartirán el Santo Grial de cada mañana contigo, el cafecito. Mientras caminas, ves las calles inundadas de finos coches a gran velocidad, no envidias al volvo o mercedes que circula a tu alrededor, ya que continuamente te han tocado camiones urbanos de esas marcas y con el salario que percibes a lo máximo que aspiras es a un convertible que en la mañana sea de tacos y de noche de dogos.

Abordas la calle, no eres el único, a tu alrededor se mueven rostros anónimos que son los mismos de siempre con los que te topas a esa hora; mientras disimulas la resaca mascando chicle, en la esquina del parabús llega el transporte colectivo, en su interior se respira un olor a objeto guardado, almohadazo y transpiración, los somnolientos salen de su letargo con la guapachoza música del autoestéreo convirtiendo el camión en un antrobús.

Absorbes oxígeno y lentamente lo expulsas mientras tu cerebro recuerda una cita de la hoja del calendario que desprendiste el viernes sin el consentimiento del jefe donde se lee: “cada día es un lienzo en blanco, utiliza un color distinto cada vez que lo pintes”, imaginas que su autor es una persona sin problemas, de esos que se la pasan empollando la vida, por eso se le hace fácil hablar sobre la existencia como si ésta fuera un pastel de quinceañera, ignora esa absurda estrategia de la inmensa minoría por tratar de alcanzar el éxito laboral lamiendo escalafones y escupiendo a los que van detrás, esos que creen vivir en el país de las oportunidades, donde papi aprovecha sus nexos con la gente de arriba para que a su retoño le den una chancesita, o igual, no conoce a esos jefes que se aprovechan de aquellos que se creen líderes haciéndoles pensar que en realidad lo son con tal de que le suavicen la carga y responsabilidad laboral.

Al ingresar a la oficina recibes un aluvión de saludos huecos, de esos que te preguntan cómo estás, sin ningún interés en tu estado de ánimo, pues saben que estás por el simple hecho de ver tu estampa ese día, a ellos ni les interesa que en estos momentos la gracia de Nuestra Señora de la Luz se ha alejado de ti, es decir, ya no tienes ni una moneda en tu bolsillo de la quincena, razón por la cual consideras el momento propicio de lanzar el sablazo al más inocente de tus compañeros para pedirle una feria prestada. Ya lo dicen en el National Geographic: entre la manada es común morderse, pero nunca llegar a herirse, entonces si a los compañeritos les agradas o no, habrá uno que te echará la mano, por supuesto que ni te dirigirás a aquellos que muerden la mano que los alimenta y lamen el zapato que los patea.

Continuará…

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