miércoles, 2 de septiembre de 2015

Un mundo nos vigila

Hoy gracias a la magia de la tecnología existe un aparato que muchos llaman teléfono celular, otros le dicen simplemente celular, cuando en realidad se trata de un amasijo en donde, en un mismo dispositivo, existe calculadora, señal de televisión, reproductor de audio y vídeo, sintonizador de radio FM, cámara de vídeo y fotográfica a la vez, navegador de internet, GPS, agenda electrónica, reloj auto ajustable al odioso cambio de horario, linterna y diversos juegos, todo complementan el combo embrutecedor de quienes lo utilizamos.

Ese gadget, contrario al ego de sus dueños, entre más pequeño es mejor, pues resulta mucho más fácil de portar. Gracias a todo lo que en él se incluye se ha vuelto en algo vital, al grado de generar una simbiosis entre aparato y usuario; además de acortar distancias prolongando llamadas -¡Bueno, eso depende del crédito o el plan con la compañía!-, se emplea para tomar fotos y hacer cortometrajes de cualquier situación, cayendo en el ridículo de perderse de la adrenalina de un concierto o evadir el apoyo ante una catástrofe con tal de hacer una buena toma.

Ahora somos reporteros sin haber ido a la Escuela de Periodismo, emulando a don Enrique Metinides, quien inició su carrera en la nota roja tomando fotografías de accidentes viales a los 10 años y publicó su primera fotografía a los 12, además de un titipuchal de gráficas que conforman el legado de aquella revista cultural llamada Alarma!, alimento de los hambrientos mirones, es decir, todos nos hemos dedicado a documentar los acontecimientos a través de nuestro celular, como lo son desastres naturales, choques de coches hasta intentos de robo y suicidio.

Una vez obtenidas las evidencias sin escrúpulo alguno por el dolor o sufrimiento ajeno, es más, sin la autorización de los implicados, las subimos al Facebook y nos hinchamos de orgullo al ir acumulando los llamados “Me Gusta”. ¡Hágame el pinche favor, agradarles las calamidades del prójimo! Pero aunque parezca irónico, a muchos de nuestros conocidos les fascinan, incluso hasta hacen juicios morales de los hechos manifestando su modesta opinión. Olvidando que por cada diez like recibidos, mínimo tendrá unas quince críticas destructivas. Ello no importa al saber que gozará del poder efímero que brinda el contar con la aprobación de los demás.

El espectro de esa actividad ha permeado a los medios estándares de información como la televisión, pues éstos reciben a través de las redes sociales el último acontecimiento captado por la lente de algún ciudadano para que se difunda a nivel nacional. Así tenemos a conductores de noticieros haciendo alarde de lo que le reportan sus “televidentes”. Obvio que el regocijo del autor de la fotografía o el vídeo cuando ve su obra en televisión nacional supera el placer de cualquier cantidad de like.

Irónicamente, ignora que al tratarse de una difusión de tal magnitud hay que considerar que cuando todo es importante, ya nada importa. Además, en medio de tanto ruido, quien guarda silencio es el que más llama la atención. Por eso amigo, ¡calladito te ves más chulo y recuerda que un mundo nos vigila!

No hay comentarios: