miércoles, 5 de agosto de 2015

Todos están mal menos yo

¿Por qué a veces tenemos la impresión de que los demás hacen las cosas mal? Tal cuestionamiento viene a mi cerebro, mientras estoy incómodamente sentado en una reunión escuchando al ponente tratar asuntos que competen al entorno donde me desenvuelvo. Tomo un respiro y al oxigenar las escasas neuronas que han sobrevivido a las desveladas y años de estar sentado frente al televisor, se ponen en funcionamiento para llegar a la reflexión de que creo que lo están haciendo mal. Pero tal observación es debida a que simplemente se verán afectados mis intereses particulares o porque no lo están haciendo a mi manera.

Estoy de acuerdo en que las personas son libres de hacer lo que les plazca; digo, por algo existe el albedrío. Lo único malo es cuando a través de nuestra aristocracia crítica, nos da la impresión que ese asunto, llámese empleo, familia o relación sentimental, etcétera, es planeado por otro y no por uno, siendo ahí precisamente cuando lo llegamos a considerar simples caprichos o que fue pensado por una bola de imbéciles que nada saben de lo nuestro. Es más, hay una teoría que señala que los imbéciles se organizan con mayor facilidad que los inteligentes, razón por la cual, en mi particular punto de vista, quienes me presentan una idea ajena a la mía, me hacen creer que la idearon de forma incorrecta.

Tal forma de pensar explota en las redes sociales, pues ahí muchas veces hay gente con apellido y caras falsas dispuestos a exhibir -como aquellas señoras que antes lavaban a mano su ropa interior- en los tendederos de la internet, incluso despotricando contra alguien aún sin conocerlo. ¡Eso no es libertad de expresión! Es opinar pero con lentes oscuros detrás de los ojos.

Pero también la libertad hay que saber administrarla, es decir, debemos de pisar bien la tierra, no subirnos al primer ladrillo y que ahí trepados nos impacte el vértigo de poder, pues una vez levitando en el nirvana es cuando queremos que las cosas se hagan de una forma egoísta, bajo intereses particulares, olvidándonos de pluralidades, llegando a creer que la opinión de esos que no están de acuerdo, en lugar de pulir el cristal de nuestras ideas, lo empañan al grado de romperlo, dando origen a la debacle del sufrimiento que lleva consigo el no haber sido considerado en la formulación de esas ideas.

Por lo tanto y mientras las manecillas del reloj avanzan, todo sigue igual: el precio del gas continua subiendo, la gente seguiremos haciendo berrinches por cualquier cosa, José María Napoleón todavía no sacará un disco con canciones inéditas y esperaré más tiempo a que George Michael edite su álbum Listen Without Prejudice Vol. 2, mientras la historia dará la razón si las cosas fueron planeadas de forma favorable para todos o en realidad eran puras llamaradas de pino.

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