jueves, 13 de agosto de 2015

How can you mend a broken heart?

El amor es un complemento, un mal necesario; quien busca la felicidad a través del amor está equivocado: amar es sacrificio, baja autoestima y empatía. Ponerse en los zapatos del otro e incluso querer que nuestra pareja adivine lo que pensamos, los gustos y las ganas. Es precisamente en ese momento cuando aplica sus colmillos el vampiro de la manipulación.

El amor se torna malicioso cuando cierto problema del ego es canalizado hacia la otra persona, acción que nos hace confundir todo ese ensortijado manojo de sentimientos -pasión, deseo carnal, celos, odio y despecho- con el amor. Por ejemplo, el miedo a quedarte sólo de viejo, a confundir el coito como una muestra de cariño; ese error de creer que un revolcón en la cama es una clara prueba del amor consumado en la pareja. Los homo sapiens somos los únicos del planeta que no tenemos temporada de apareamiento como las demás especies que lo habitan. Nosotros lo hacemos por puro gusto o placer, y las intenciones de intercambio carnal las disfrazamos de amor con tal de no ser tan evidentes.

Hasta que la muerte los separe” es una frase tanática, especie de condena. Bien lo decía Immanuel Kant: “El matrimonio es el arrendamiento de los genitales”. Creo que el amor en pareja no debe ser una especie de cautiverio, pero mi cerebro me pone un alto en esa frase cuando llega a la mente el flashback
de la película “Átame” de Almodóvar, donde Victoria Abril suplica a Antonio Banderas, quien la tenía secuestrada, que “no me sueltes las amarras, vuélveme atar”. En fin, una pincelada del constante bombardeo mediático que dictan los patrones sentimentales entre nosotros.

Estás enamorado y pones canciones de esas que generan un efecto narcótico. En pocas palabras, te vuelves un masoquista. Es una pena que como los resfríos, el amor una vez que te hace pasar por las etapas de la congestión, constipación, secreción o expectoración, al igual que un catarro común, se desaparezca y todo se convierta en rutina, dando origen con ello a la costumbre. Luego vienen las tediosas responsabilidades domésticas que nos concientizan a tal grado de hacer al hogar, un aburrido lugar. Por otro lado, la fragilidad mental del hombre, le hace pensar que al tener cautiva a su pareja puede regresar a la conquista de otra, hecho que la historia lo confirma al darnos la idea de que el hombre es mujeriego por naturaleza.

Respecto a la pregunta que da título al texto, la respuesta consiste en no echarle la culpa al corazón -pues la verdad, el pobre con tanto estrés a veces se encuentra al borde del infarto- más bien son las estupideces que inconscientemente realizamos cuando queremos conquistar a alguien. Es nuestro ego el que debe de amedrentarse un poco y fomentar el asombro de que cada día descubrimos una actitud nueva de nuestra pareja, o sea, no invertir tiempo en tratar de comprenderla o entenderla, lo mejor es amarla por lo que es. ¿Qué no fue eso lo que nos atrajo de esa persona? El amor es búsqueda constante, nunca dejar de conquistar a nuestra pareja y no esa torpe permanencia en un estado embelesado con la primera que se nos ponga enfrente.

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