jueves, 23 de octubre de 2014

Se arreglan metidas de pata

En el ambiente de la política desde el año 1984, cierto autor gringo al escribir un editorial en el periódico New York Times, fue el primero en utilizar el término “Spin Doctors”, para hacer alusión a esa estrategia de influenciar a los votantes a través de la imagen del candidato, es decir, la apariencia física de éste, así como también el ritmo, cadencia y acento de su voz. Recuerdan las botas y cinturones del expresidente Vicente Fox, su forma de hablar -chiquillos y chiquillas-, que indudablemente repercutió en el subconsciente del electorado hasta el grado de obtener sus votos.

Ya ocupando la silla presidencial, al preciso se le fueron las ancas cuando se le ocurrió en plena rueda de prensa llamar a las abnegadas amas de casa, “lavadoras de dos patas” y que posteriormente intentó disculparse diciendo: “Si alguna mujer se sintió agraviada, cuenta con mis disculpas más sentidas. Pero mi intención fue clara y lo que estoy impulsando es una gran equidad de género en el país." Con semejante justificación, imagino que se ganó el aprecio del público femenino. La verdad es que no se echó a la bolsa a todas las damas, pero sus frases se acuñaron al léxico nacional, como su trillada utilización del verbo “apanicar”, que en realidad no significa nada en nuestro castellano, pero que se deriva del inglés “to panic”, que significa tener miedo o pánico.

Los gabachos -no me refiero a los franceses que pululan por el río Gabas-, sino a los vecinos del país del norti, son quienes también adjudican al término “spin”, cierta virtud para disfrazar los errores cometidos por candidatos y políticos en acciones positivas que incluso llegan a manipular y engañar haciéndose pasar por ambigüedades, verdades no comprobadas o afirmaciones negativas que se vuelven positivas, e incluso hasta en eufemismos. Como la torpeza de ese candidato al atribuirle la autoría de una obra de Carlos Fuentes a Enrique Krauze, generando polémica que se transformó en guasa gracias al ingenio mexicano y que debido a la difusión de los medios llegó convertirse en simpatía, o sea, bien manipulado el “spin”.

Esa táctica de darle un giro a las metidas de pata en México para volverlas aciertos es funcional, pues en un país donde la doble moral impera así de simple: escuchas un chiste que alude a los genitales en su término más peyorativo, la gente se retuerce de la risa, pero pasado el momento, son capaces de clasificarlo de vulgar y soez, más no descartan la posibilidad de decírselo a otros. Bajo tal subjetividad, a veces resulta imposible distinguir en dónde termina la extravagancia y empieza la ridiculez o cuál es el límite entre una equivocación y un acierto, pues las burlas acerca de las torpezas o acciones engorrosas desde la óptica política se transforman en estrategias de publicidad gratuita, es decir, no hay excremento que no se limpie.

Entonces apreciado lector, si en las próximas elecciones uno de los candidatos a ocupar un puesto público, le piden que opine sobra la obra de Benedetti, y éste hace referencia a la exquisitez de su sabor o que le fascinan la Maxxima y la Hawaiana, ni se mofe, pues existe la posibilidad de que con ello se vuelva el favorito y gane el puesto que pretende.

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