miércoles, 18 de junio de 2014

La educación gratuita

Durante este periodo de fin de cursos, madres y padres se preocupan por dos cosas importantes, pues como ustedes saben es momento de que algunos de sus vástagos egresen de cierto nivel educativo, lo cual implica erogar una buena cantidad económica en la ropa que lucirá durante la ceremonia de egreso, además de cumplir con la promesa de que si obtuvo un decoroso promedio lo llevarían a ver el Mundial de soccer; no a Brasil, sino a cierta sala de cine con un megacombo o, ya de perdida, comprarle ese álbum del Mundial que incluye un súperposter de nuestra heroica selección -fomentando así el sentido patriótico- y la caja con cien paquetes de estampitas, con tal de que no se estrese al llenarlo comprando sobres individuales.

El segundo gasto a realizar es con la ansiada inserción al nivel educativo siguiente, donde los inocentes progenitores se topan con el capricho de sus hijos por querer ingresar a la escuela donde la mayoría de los amigos se inscribirán, animados por la fama de que en ese centro educativo los docentes son unos barquitos, casi, casi Titanics, que no dejan tareas a diario, ni trabajos muy difíciles, así como que también existen, cada fin de semana, pachangas y relajo, es decir, hay más socialité que educación. Por su parte, los abnegados padres de familia intentarán, inútilmente, convencerlos de entrar a instituciones educativas exigentes y comprometidas con la formación académica. Algunos lograrán su cometido, otros sucumbirán ante los caprichos de los chamaquitos.

Como todo inicio de cursos, hay que invertir en útiles escolares nuevos, pagos de inscripción, uniformes, entre otras cosas. La formación escolarizada tiene un precio, más existe una educación que es completamente gratuita, esa que desde que la pareja concibió a una criatura le tuvo que brindar, imponiéndole normas y limites, o sea, disciplinarlo para que pudiera insertarse en la población sin ninguna imposibilidad de aceptación social, haciendo de ella una persona orientada, pues todos los seres humanos requieren de pautas para actuar, sino las tienen se vuelven unos ciegos que caminan a tientas.

Existen hogares donde los padres, creyéndose muy modernos, aseguran ser “amigos” de sus hijos, olvidándose por completo de ser primero papá o mamá, razón por la cual les permiten hacer cosas que a ellos, sus papás, les prohibieron, tolerándoles algunas faltas de respeto hacia su persona y concediéndoles cualquier cosa con tal de ganarse su “amistad”, sin percatarse que con esto no les están inculcando el respeto y las limitaciones. ¿Será por eso que todos conocemos nuestros derechos pero no sabemos cuáles son nuestras obligaciones?

Esa educación gratuita que desde el seno familiar se debe inculcar, consiste en brindar seguridad, afecto, transmitir una serie de valores, hacer ciudadanos comprometidos con su entorno social y la naturaleza, fomentar el respeto a las normas y convencionalismos sociales, porque educar es concientizar al individuo de que no todo en la vida es posible, que existen cosas que no deben de realizarse y que ser democrático es respetar “el no”, cuando se pone en riesgo la integridad del prójimo, pues como es sabido, al formar sujetos bajo una educación permisiva, estamos haciendo ciudadanos egoístas y frustrados; si no deseamos que nuestros hijos lleguen a situaciones extremas, hay que saber decirles a tiempo que no a lo que ya de sobra sabemos que les llegará a afectar, en lugar de permitirles cualquier cosa con tal de quedar bien con ellos.

Sí, es usted padre o madre, quien tiene todo el derecho de exigir una educación de calidad, pero no se olvide que ésta inicia en el hogar, por lo tanto un puñado de profesores jamás enseñará eso que desde la familia se debió de aprender a través del buen ejemplo.

No hay comentarios: