miércoles, 29 de mayo de 2013

Frases gastronómicas

Los mexicanos somos muy ingeniosos, aparte de los pretextos y las formas de evadir la responsabilidad, tenemos talento de sobra en lo que a vocabulario se refiere, pues además del típico caló regionalista, también hemos inventado un diccionario de palabras que muchas veces conjugan el albur o doble sentido de lo que expresamos, es en esas voces donde también se utiliza el sentido culinario –sin albur–, entremezclando palabras propias de lo que a todo mexicano degusta a través de su delicado y refinado paladar con acciones comunes, razón por la cual sin necesidad de ser un gourmet, somos hábiles de componer frases basados en esos exquisitos platillos que continuamente catamos; a continuación rescato algunas de ellas que a lo largo de mi corta vida he escuchado o las he dicho en mi absurdo intento por entablar comunicación con mis semejantes.

Siempre hay una frase para cada momento o persona, es por ello que a esos ansiosos, los que continuamente se encuentran desesperados cuando están a la espera de algo o alguien, por ser tan impacientes suelen utilizar la frase: se me cuecen las habas; cuando escuchamos al presumido que le gusta hacer alarde de todo lo que tiene y lo que no también, exclamamos ¡de lengua me como un taco! También aplica esa de ponerle crema a los tacos, es decir, individuo que adereza las anécdotas con salsa de exageración.

Es común que al acudir a la playa o las albercas se disfrute del agasajo visual brindado por cuerpos humanos, el saboreo de esos manjares ajenos nos hace echarnos un taco de ojo, y más aún cuando los bocadillos están en su mero mole, eso excluye a las pobres damiselas que presumen un físico que no tienen y que se creen la última coca-cola en el desierto, o sea, esas tipas soberbias que vienen sin destapador; pero si el hervor interior ya nos invadió y queremos que nuestra pareja nos apague la estufa, corremos el riesgo de comernos la torta antes del recreo, cayendo en la confusión de que degustar la torta es el recreo, después no nos quejemos de esos retoños frutos de la desesperación y glotonerías de bajarnos por los chescos, ¡uf, qué intenso!

A las personas sinceras, las clasificamos como las que hablan al chile, o sea, las que no se andan con rodeos ni a medios chiles, esas que no se rajan como jalapeños a diferencia de los que son unos hijos de la guayaba, si efectivamente esos que se pasan de tueste sin ser pepitas de calabaza, los que no son como usted y sus hermanos, sujetos que a veces nos dan ganas de partirles su mandarina a gajos, expresión cítrica imaginaria que intenta saciar nuestros instintos más agrios. Al engaño le decimos hacer de chivo los tamales, platillo hecho con masa de maíz rellena de embustes y transas envuelta en hojas de elote, y cuando uno inocentemente se cerciora del engaño, pues no queda más remedio que hacer de tripas corazón, o sea, manifestar resistencia a través de un entripado cardiaco de resignación.

Al sujeto irritante que fastidia o es muy insistente en algo, solemos decirle no mameyes en tiempos de aguacate, si continúa con lo mismo, simplemente se la hacemos de jamón, incitándolo a los tortazos con tal de demostrarle que aquí mis chicharrones truenan, lugar específico donde el crujir propio resuena, si la situación se pone violenta luego viene ese líquido espeso que circula por las venas de un poblano, el mole. También es común que al observar a alguien realizar algo con calidad y excelencia, exclamar que se cree el muy salsa, debido a que nuestro estado mental se condimenta de dolor o desdicha por no poder hacer lo que otros sí pueden.

Con tanta glotonería lingüística tal vez aumentemos de peso nuestro ego, lo recomendable es poner a dieta el vocabulario, pues por andar de hablador nos pueden echar al plato, por el simple hecho de meter nuestra cuchara donde no debemos, pero si nos hacemos de la boca chiquita tal vez incomodemos a alguien, es por ello que mientras sean peras o sean manzanas, ese análisis profundo que nos lleva a la disyuntiva entre pomáceas excluyentes, enfrentemos la vida con nuestra mejor mazorca, sonrisa que deja entrever los finos granos de elote del interior de la boca, que muchas veces rompe el turrón, es decir, desbarata de tajo la dureza social de nuestro entorno, y olvídese de que los huevos no son al gusto, sino al gusto de los de usted.

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