miércoles, 21 de marzo de 2012

Memo viaja en autobús


Me encuentro algo molesto en la central camionera, la señorita que atiende la venta de pasajes en la línea de autobuses nos dice que los boletos con descuento para profesores ya se vendieron -¡qué casualidad!-y que el autobús de Manzanillo viene repleto, además únicamente se desocuparán dos asientos al arribar, para colmo son el cuatro y el siete, o sea, tendré que ir separado de mi mujer todo el pinche viaje, ¡si me da sueño no podré recostar mi cabeza sobre su hombro!

Al subir a la unidad aspiro esa mezcla entre desodorante de tableta y olor a humano, le doy una lambetada al sorbete de bilis cuando descubro que en mi supuesto lugar se encuentra cómodamente sentado un hombre robusto, barbado de pelo rubio ensortijado y gafas tipo profesor universitario, que consulta su computadora portátil y no me escucha cuando le pido permiso de sentarme; para no entrar en acalorada discusión ocupo el asiento contiguo.

Pasado el cuarto de hora, una vez que de reojo escudriñé lo que este tipo miraba con tanto entusiasmo en su laptop, estando tranquilo lo veo de frente y en la memoria se presenta un flashback, el cual me remite a pensar que esta persona pudiera ser el director cinematográfico de origen jalisciense Guillermo del Toro, hipotecando la pena le toco su hombro y pregunto, ¿oiga, disculpe, que no es usted…? La oración es castrada con el clásico sonido gutural de guardar silencio, posteriormente me dice que muchas personas se lo han dicho, pero que para nada.

Después de una pausa, sin mirarme pregunta, ¿cuál de sus películas es la que más te ha latido? Sin titubear respondo que la mejor hasta el momento ha sido El Laberinto del Fauno, pues en ella se lució siendo director, guionista y productor; además es fascinante esa trama donde la niña nos introduce a través de su imaginación en dos mundos, el real y el de ensueño. ¡Tuve suerte de que no quisiera saber cuál es la que no me agrada! Qué bueno, pues si es en realidad quien creo que es, no me gustaría herir su susceptibilidad, y que se lleve una mala impresión de mí.

Conforme el autobús nos lleva a la Perla Tapatía, abordamos el delicado tema de la inseguridad, la histeria que genera en la población y la pérdida de la confianza entre las personas como resultado de la misma publicidad que se le da a través de los medios masivos de comunicación; entre sus argumentos, este hombre puso de ejemplo los cines, pues según él, nos mostramos temerosos de interactuar con desconocidos, pero somos capaces de pasar casi dos horas en una sala repleta de extraños y a oscuras.

Cuando el transporte en el que viajábamos se movió de forma lenta gracias a un tráiler que iba desplazándose despacio por el peso de su carga, se hizo una fila de casi diez coches; de pronto al llegar a una curva el chofer del vehículo pesado, sacó su mano por la ventana y empezó a hacer señas indicando que no venía ningún auto de frente para que los da atrás lo pasaran, en ese preciso instante el supuesto exitoso director, afirmó, “mira tú dices que en estos tiempos tan violentos ya no existe nadie en quien confiar, pues en este momento estamos confiando nuestra vida en un perfecto desconocido”. Es cierto –le respondí-, si no fuéramos tal vez víctimas como las de la película de The Hitcher.

A lo que el argumentó, “también puede que tengas razón, en la ciudad algunos automovilistas te mientan la madre si no te pasas el alto que ellos tenían planeado evadir al ir detrás de ti, y eso es una imprudencia que genera ese jodido ambiente de desconfianza”. Sobre estas situaciones versaron nuestras charlas, cuando de pronto al llegar al cruce del tren ligero, sentí la suave mano de mi mujer diciéndome, “gordo, ya tenemos que bajarnos”.

Entonces, el rollizo rubio de gafas, preguntó, “¿sabes cuál es el apellido materno de Memo del Toro?” ¡No! Tú si–respondí. “Claro, es Gómez”. En eso bajó el último escalón del transporte y se aleja, mientras este esboza un sonrisa, para decirme “nice to meet you”; dejando clavado el alfiler de la duda en mis ideas de que probablemente estuve casi hora y media con un famoso director y no me tomé la foto con él para mi Facebook, y como ustedes saben, si no está en esa red social, pues tal vez no sea verdad lo que les cuento.

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