miércoles, 16 de noviembre de 2011

El que con chafiretes se pasea…

Tengo una compañera profesora que cuando viene a trabajar en su coche, siempre llega diez o quince minutos tarde, a diferencia de cuando se traslada en camión de pasajeros, hasta veinte minutos antes la tenemos en el plantel; además de estar puntual, cada vez que así lo hace, llega malhumorada, pues considera que el servicio de autotransporte en la ciudad es muy deficiente.

Dice que al abordar lo primero que te tienes que chutar son los gustos musicales del chofer, si bien te va, te tocará un repertorio guapachoso –eso lo dice porque a ella la gusta la salsa–, lo peor es escuchar esas cancioncitas chúntaras de rompe y rasga que taladran los tímpanos, debido a que el volumen está a tope; el aspecto del conductor algunas veces deja mucho que desear, por ejemplo la barba de candado se le ve bien a Germán Montero, pero a un tipo de más de 120 kilos con collares de mugrita en el cuello lo hace ver asqueroso, esa moda de traer hasta cuatro camisas colgadas arriba del respaldo del asiento es antiestético y además se percuden mucho con la polución al grado de asemejar ropa de limosnero o de bazar chafa.

El trato a los usuarios muchas de las veces no es el correcto, por ejemplo, al pagar el pasaje debes de hacerlo con monedas cuya denominación sea exacta, pues si les das moneda fraccionaria, lo reciben de mala gana, lo echan al cajón denotando su disgusto o lo sostienen en sus manos aguardando a darlo de cambio al siguiente en abordar. De la misma forma si pagas el costo del pasaje con billete de alta denominación corres el riesgo a que te prohíban el ingreso o te lo reciban con la inocente frase de que antes de bajar te darán al cambio, a sabiendas de que probablemente se te olvidará y ellos saldrán ganando al quedarse con el vuelto, ¿a caso esto no es un vil robo?

De igual manera el usuario no puede deberles ni un centavo de la cuota establecida, pues con la mirada furibunda que le echa el conductor, lo hacen sentir peor que a un ladrón; imagino que un sentimiento similar experimenta el estudiante que al no presentar su identificación como tal, no le es recibido su boleto de descuento, y por lo tanto se le prohíbe abordar a menos de que pague de forma integra.

Los únicos que tienen permitido subirse sin pagar son los promotores de albergues para drogadictos y los patéticos haraganes músicos callejeros, es más, estos últimos a parte de cantar terrible, todavía tienen el descaro de pedir monedas a los usuarios por tolerar sus pinches berridos, además el chofer evidencia cierta complicidad con ambos sujetos, pues en cuanto los escucha con su verborrea hasta baja al volumen a su sonsonete.

Un punto más en su contra, es cuando se pasan por las polainas la Ley Antitabaco, pues aquellos que disfrutan de la nicotina envueltos en tacos de taquicardia, les vale un cacahuate afectar la salud de los usuarios, ellos mientras se sientan a gusto de su sistema nervioso, como chacuacos invadiendo con el mortal humo el interior del camión.

Otro detalle de disgusto es esa competencia entre ellos por llegar a checar a tiempo o por ganar el mayor número de pasajeros, convirtiendo las calles en una escena de la película The Fast and the Furious, importándoles un comino arriesgar la integridad física de las personas que llevan a bordo.

La bajada es otro show, para empezar no les gusta que timbres más de una vez, de así hacerlo corres el riesgo de que te bajen donde se les hinche, peor aún si el timbre no funciona, pues es para ellos una falta de respeto que anticipes tu bajada de forma verbal, o sea, que les grites; por otro lado, ahora que muchas unidades ya no traen el rehilete contabilizador, supuestamente uno debe de descender por la puerta trasera, pero cuando el vehículo se encuentra a tope, a los pasajeros de los primeros asientos les resulta imposible, pese a que uno pide permiso al operador de bajar por delante, este lo determina basándose en dos aspectos, el estado de animo que en esos momento tenga o si le agradaste.

En fin, esta y muchas más situaciones embarazosas uno puede sufrir al utilizar el sistema colectivo de autotransporte, pero se preguntarán, ¿por qué la profesora los critica tanto? Si siempre que los utiliza llega temprano. Pues resulta que ella cuando sabe que tiene que usar el camión, procura salir de su casa con una hora de anticipación, a sabiendas de lo lento del servicio.

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