miércoles, 19 de octubre de 2011

¡Ya bájale!

Sábado 7:45 de la mañana, la trabajadora doméstica de mis vecinos me anuncia el nuevo día con un recital de Los Temerarios acompañándoles con su desentonado canto mientras hace las labores de la casa, estoy desamodorrado, pues minutos antes una desconada bocina a todo volumen anunciaba a través de la voz de una niña las delicias al paladar de “los tamales de elote calientitos”; mientras intento quitar las lagañas pasa el camión del gas, con un sonido descompasado como aquellas cintas magnéticas a punto de ser masticadas por la radiograbadora, avisando que la calidad de su producto vale oro, en fin ya no puedo continuar descansando con tanto ruido.

Para colmo ayer por la noche, el adolescente hijo de mis vecinos que se cree diyéi, realizó en el patio de su hogar una fiesta Trance, ya se imaginarán a todos esos hormonales chamacos queriendo ligar, platicar y bailar simultáneamente.

Esperé pasada la media noche para solicitar a la seguridad pública que vinieran a poner orden, en la primera llamada fui atendido con amabilidad por la señorita que funge de telefonista; no fue hasta el tercer intento para que vinieran por ahí de las 2:30 de la mañana que esta damita me dijo, “mire señor, para qué vamos, si lo único que lograremos es que lo apaguen un momento mientras estamos presentes, ya que nos marchemos, esperarán cuando mucho treinta minutos y continuarán con su desorden, le recomiendo que se tranquilice y espere a que se cansen, también a ellos en algún momento les llegará el sueño”. ¿Qué, cómo? ¿Acaso esta es respuesta de un servidor público?

Molesto cuelgo, busco en el botiquín de primeros auxilios el algodón, para fabricarme unos rudimentarios tapones, los coloco en las orejas reduciendo así el incómodo ruido de aquella atmósfera etérea creada por sintetizadores, arpegios, percusiones y una ecualización basada en sonidos tan graves que ocasionan ligeros movimientos en los cuadros que penden de la pared.

Resignado sobre la cama miro al techo y descubro el enorme lamparón de humedad, lo que significa filtraciones, que se traducirán en una nueva impermeabilización; mientras observo comprendo por fin porqué cerca del 27% de la población nacional entre 15 y 24 años padece algún grado de disminución auditiva pues a diario están sometidos a sonidos tan altos producto del ambiente en que se desarrollan, por lo tanto existe la posibilidad de que se queden sordos antes de llegar a la senectud.

Mención honorífica merece entonces, el juez estadounidense Paul Sacca que en el año 2010 dentro de su distrito en Colorado estableció una medida de sanción a los infractores que llegaban a su juzgado por escuchar música a todo volumen o por molestar a los vecinos con los ensayos de sus grupos de rock, tal sanción consistía en ponerlos a escuchar durante dos horas a Barry Manilow o los temas de Barney. Ante tal sentencia existen dos posibilidades de reivindicación o terminan haciéndose fans del acaramelado Manilow o se aprenden los pasos de baile al compás del dinosaurio morado.

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