miércoles, 24 de agosto de 2011

Abusa-2

Dentro del amplio repertorio de canciones que Alejandro Lora ha escrito, se encuentra una que fue de las primeras que escuché denominada “Abuso de Autoridad”, en donde musicalmente denunciaba los atropellos, exageraciones y arbitrariedades del gobierno de aquel entonces; en la actualidad se da un fenómeno a la inversa, pues ahora los que abusan de sus derechos son los ciudadanos -con ello no quiero decir que algunos funcionarios han dejado de fomentar el insano ejercicio del despotismo-, a sabiendas de poseer ciertas garantías que utilizan como justificación a sus extralimitaciones.

El otro día que iba al trabajo fui testigo de uno, resulta que en el parabús nos encontrábamos tres personas esperando la llegada de la ruta, minutos antes del arribo del autotransporte, adelante del vehículo se estaciona de forma abrupta un taxi, como energúmeno desciende un decrépito anciano, que sin emitir palabra hace a un lado con tremendo empujón a la señora que caballerosamente le habíamos cedimos el ingreso al camión, el conductor extiende la mano para recibir el pago, a lo que el senil se niega a hacerlo argumentando que es mayor de edad y por lo tanto el gobierno lo protege y exonera del cobro, y que si se empeña en bajarlo lo denunciará ante las autoridades.

Una joven estudiante al observarlo avanzar, se pone de pie para dejarle su lugar, a lo que él se niega a hacerlo alegando que no se va a sentar donde ellos quieran; al llegar hasta atrás, con trato ríspido obliga a un muchacho a ponerse de pie para ocupar su lugar. Después de avanzar varias cuadras se aproxima al timbre para presionarlo repetidas veces, el operador de la unidad con acento complaciente le dice que ahí no se puede bajar pues es un semáforo y no está permitido, con gritos el senil replica –“a mi… a mi… me vale madre, yo soy un anciano y por lo tanto la ley me protege, además es nuestro mes, así que tú debes de bajarme donde yo quiera, a mi tu chingado reglamento me lo paso por los huevos, ¿entendido?” De forma inteligente el chofer abre la puerta y le dice que tome precauciones; el longevo desciende del automotor presuroso para perderse al doblar la esquina.

Resulta molesto e insultante a la vez esta clase de actitudes, es decir, de como las personas al sentirse auspiciados por alguna ley, se vuelven ungidos, exigiendo sus derechos pero ignorando sus obligaciones; esto me recuerda a los niños, que actualmente hasta a sus progenitores pueden demandar por llamarles la atención ante alguna acción correctiva, de acuerdo a la opinión de algunos padres de familia, el conocer sus derechos los ha transformado en rebeldes por convicción.

Ante tal abuso, nuestras autoridades decidieron publicar tanto los derechos de los niños y jóvenes como también sus respectivas obligaciones, pretendiendo así generar una conciencia responsable ante sus acciones; espero que con las obligaciones se haga el mismo alarde publicitario a través de los medios masivos que con los derechos se hizo, pues si sólo se quedan en tinta lo más seguro es que permanecerán en la ignominia por conveniencia de los implicados.

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