miércoles, 15 de junio de 2011

Diario de ruta

Va para Ana Karina Robles y su excelente equipo de colaboradores.

Es un día rutinario para el chofer de la ruta 3, son las dos de la tarde, el termómetro del autotransporte indica 36º centígrados, ese infernal calor combinado con el metal del techo hacen que el interior se vuelva un sauna, una sobredosis de aromaterapia invade el lugar, el camión lleva todos los asientos llenos, quince más van de pie aferrados al pasamanos que pende de arriba; cuando una persona va a descender dependiendo de su género recibe o da masaje erótico.

Lenin, el conductor de la ruta -cuyo nombre se lo debe al rojillo de su padre-, tiene detrás del volante desde las seis de la mañana, únicamente se ha detenido en la tienda para comprar una soda y disfrutar mientras chambea del bolillo relleno de chilaquiles, que cariñosamente Remedios su mujer le preparó esa madrugada; en estos instantes se encuentra escuchado el repertorio musical de los Yonic´s, incluidos en el disco de MP3 pirata que adquirió en el tianguis del Rancho de Villa, en el preciso momento cuando suenan las líricas de “Y te amo”, sus ojos por el retrovisor buscan a la mujer más atractiva para dedicársela, sin experimentar ningún remordimiento por ponerle el cuerno a su sacrosanta esposa con esa extraña, digo, si es con la imaginación, no puede afectarle.

El pequeño ventilador colocado arriba de la ventana le arroja un aire caliente y sofocante, lo que evita menguar el calor del reducido espacio donde se encuentra, por su frente escurren hilillos de sudor, motivado por ello baja la mano derecha buscando la chorreada botella de refresco que contiene el preciado néctar rojinegro, con el propósito de saciar la tremenda sed que experimenta, mientras con la otra apenas la punta de los dedos acarician el volante; la camisa es un rosal a punto de reventar los botones que no logran sostener la enorme masa abdominal que los domingos caguameros de fútbol se han encargado de fomentar, la hebilla del cinto apenas se distingue; los desgastados zapatos en cada alto y siga presionan el clutch y freno. La gente sube y baja siempre con prisa, algunos malhumorados, otros indiferentes, son escasos los que se perciben satisfechos e incluso le agradecen por el servicio.

Cuando se estaciona frente a la secundaria, entra en pánico, pues la marabunta de púberes abordan estrepitosamente el camión, algunos giran el rehilete que contabiliza sin haber pagado y como es de fijado el patrón debe de estar atento para que no tener que desembolsar de su dinero al rendir cuentas; además la raza es bien inquieta, en todo su trayecto se la pasan bromeando, gritando, sacando las manos por las ventanas e incluso se arrojan objetos entre si, situación que podría llegar a incomodar a otros usuarios.

Al bajar por la avenida Camino Real de Colima, a escasos metros de llegar al semáforo de la Glorieta vulgarmente conocida como “Glorieta del DIF”, estrepitosamente frenan las llantas mientras la parte lateral derecha de forma abrupta arranca la puerta de un Porsche color rojo “sangre de pichón”; todos los pasajeros alzan la voz, algunos insultan a Lenin por el tremendo sacudión que evidenció la Primera Ley de Newton, otros aclaman a sus santos, comienzan a murmurar mientras sacan sus cabezas por las ventanillas y observan sorprendidos la escena.

El conductor de la ruta tres, continua en su asiento callado, con la mano izquierda apaga el stereo dejando mudo a José Manuel Zamacona vocalista de los Yonics, de pronto una niña de escasos seis años de edad con uniforme de conocido colegio de paga camina por la banqueta hasta llegar frente a la puerta de acceso al camión, mirando al chofer le grita ¡Pinche Puto, nos chingaste el carro! Al unísono los pasajeros estallan en carcajadas, la infante los mira con furia exclamando al mismo tiempo ¡Chinguen a su madre! Toma una enorme bocanada de aire, para reventar en llanto y desplomarse al ardiente suelo.

La muchedumbre de a bordo, mientras se burlan sacan sus celulares para tomar fotos o videos de lo ocurrido; el chofer por su parte a pesar de la preocupación reflexiona sobre tan lamentable insensibilidad de la gente por el dolor ajeno, pues evidentemente se preocupan más por captar el momento para después mostrarlo orgullosamente como trofeo a sus conocidos que velar por la salud de la niña, llegando a la conclusión de que todos estamos tan acostumbrados a la violencia, agresiones y accidentes que se exhiben por cine y televisión que cuando son reales intentamos perpetuarlos para luego divertirnos con ellos.

Toma su teléfono, marca al dueño del urbano, el cual se encabrona, después de pendejearlo pone atención a las palabras de su empleado y le ordena llamar a la aseguradora, la dueña del Porsche, molesta por lo que le sucedió al coche y a su pequeña hija, lo babosea, Lenin se limita a decirle que esperaran al peritaje vial; mientras lo espera enciende la radio y sintonizando encuentra el primer soplo de frescura en la frecuencia 94.9, donde existe un Universo de energía y fantasía para sacudir la angustia que ocasionó tal problemática, respirando tranquilo cruza la pierna acomodándose sobre el respaldo del asiento dispuesto a escuchar esa formidable programación que lo alejará hasta los confines más remotos de su imaginación.

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