miércoles, 1 de diciembre de 2010

Prueba superada

Figúrese estimado lector que con eso del avance tecnológico a los adultos mayores les cuesta algo de trabajo adaptarse a los artilugios modernos, a mi abnegada madrecita se le dificultó tanto aprender a utilizar la videocasetera, y cuando por fin sabía manipularla, salió al mercado el reproductor de DVD; entonces tuvimos que darle otro curso de capacitación, actualmente es una experta en su manejo, es más, le encuentra sentido al poder ver películas y escuchar sus discos favoritos de música en un mismo aparato, también se maravilló por el formato MP3 que le brinda horas de placer auditivo.

Me fascina ver el séptimo arte en su compañía, pues todavía guarda esa añeja costumbre de vivir en carne propia los personajes, conforme avanza la película denota ánimos distintos según el sentido de la trama. Una noche cuando disfrutábamos de la película “Prêt-à-porter”, en una escena donde aparece el actor italiano Marcello Mastroianni, sorprendida mamá exclamó “¡Jesús bendito! ¿Qué feo se puso con los años? Ni se parece”. Tal expresión me hizo reflexionar y entender que la vida es muy sabia, pues para engañar a la muerte nos va camuflando, así cuando esta nos quiera llevar lo más seguro es que se tarde un buen tiempo en identificarnos, es más, hasta puede llegar a confundirse con otro.

Por eso, muchas gracias a las patas de gallo que se van formando en la comisura de nuestros ojos, lo escaso del cabello en la mollera, la flacidez abdominal, los múltiples hundimientos lineales que interrumpen la uniformidad de nuestra superficie cutánea, pues debido a ello mutamos y nos vamos haciendo distintos.

Entonces porqué preocuparme de la esporádica impotencia sexual, la pérdida de serotonina que me va haciendo más furibundo, ansioso, lleno de angustia y explosivo; pues estoy consciente que todo ello es factura del avance de la edad para irme transformando en otro.

Me sobran los motivos para agradecerle a la vida que cada año me va haciendo diferente, y hoy más que nunca que por fin dejé atrás la edad de 41 años, ya puedo presumir que tengo 42 sin el temor de que alguien diga “estás en la edad peligrosa”, más ahora que Ricky Martin y Tiziano Ferro decidieron salir del closet; alabado sea el Altísimo porque continúa gustándome el género femenino, no en todas sus expresiones, por ejemplo hay mujeres masculinas que no son de mi agrado al igual que los hombres femeninos.

Con el transcurrir de los años ya no soy presa fácil de las damas que nos unía un taxi, el cuarto del motel y un estriptis, esas mujeres que me daban sus caricias a cambio de unos cuantos billetes y por quince minutos hacían que me sintiera un Casanova de alcoba, a pesar de ser tan torpe como la experiencia me lo ha escupido a la cara infinidad de veces. Menos aun, de las pequeñas perversas estudiantes de falda corta y piel de durazno, que intentan satánicamente seducirme por una decorosa calificación de las asignaturas que imparto.

Del empleo con la experiencia que se va adquiriendo, desaparecen las diferencias de edad, pues colegas que fueron mis profesores de bachillerato, en la actualidad compartimos ideas, opiniones y la creatividad que desbordan, lo cual nos hace congéneres.

Lo único lamentable es que de mi vida tan sólo un quince por ciento lo he disfrutado con mi familia, otro veinticinco en las aulas escolares y un sesenta han sido desperdiciados en ver televisión, conectado en la internet o escuchando música. Es tan cierto que la vida se nos escapa gracias a tantas cosas que llegamos a considerar “importantes”, que nos vamos envejeciendo interiormente preocupados por esas pequeñeces que muchas de las veces ni tan relevantes lo son. Es necesario hacer una pausa en nuestra ajetreada vida y reflexionar sobre lo que hemos descuidado, lo que debemos de mejorar o modificar.

Es una tristeza que le damos mayor prioridad a los cambios físicos que a nuestras relaciones familiares, preferimos comprar productos que supuestamente perpetúan la juventud, como tintes para el cabello, lociones capilares, cápsulas regeneradoras de la vitalidad, pastillas para ser virilmente aceptados por el sexo opuesto, entre otras nimiedades que lo único que nos causa son falsas ilusiones de nuestra persona.

Por lo tanto estimado lector, permita a la naturaleza seguir su curso, nunca va a poder engañarla; si uno aprende a aceptarse conforme la edad lo va transformando, probablemente la muerte no llegue a reconocerlo y pase de largo. Ahí tiene a Marcello Mastroianni, quien a dos años de regresar a la farándula después de su retiro, la calaca logró identificarlo, llevándoselo a dormir siempre con ella a finales de 1996. A pesar de reconocer lo anterior, seguro estoy, que aunque me proponga modificar tales costumbres, al dar la vuelta a la esquina lo habré olvidado y continuaré cometiendo las mismas estupideces de siempre.

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