miércoles, 8 de diciembre de 2010

¡Quiúbole mi chato!

Un conocido que tenía mucho tiempo sin ver, en cierta ocasión lo encuentro, al mirarlo le noto extraño, como que faltaba algo, entonces descubro que se hizo cirugía en la nariz; pasados unos minutos de charla, al verlo más relajado y seguro de sí mismo, por fin sacio la curiosidad preguntándole por qué se atrevió a someterse a tal operación. De respuesta me dice que la forma en cómo tenía su nariz nunca había sido de su agrado, además de que contaba con los medios económicos, por lo tanto se le facilitó descartar lo que la madre naturaleza otorgó y recurrir al Dios de la cirugía estética.

Argumentando que a partir de ello es más feliz, las mujeres le prestan mayor atención, ya puede ver a la cara con los que charla sin la zozobra de imaginarse que se están mofando del tamaño de su nariz. Híjole, la verdad nunca pensé que la facción saliente del rostro humano, entre la frente y la boca, con dos orificios, que comunica con el aparato respiratorio, fuera un trauma.

Siendo honesto, acá entre nosotros, como que la forma que le dieron a su recién creada nariz, no encaja muy bien con la fisonomía de su cara, muchas veces me da la impresión que los cirujanos estéticos, tienen un solo molde, pues los dejan con la imagen de Micheal Jackson, Alfredo Palacios o Eddie The Head, el ícono de la banda metalera Iron Maiden, y si a ello le agregamos que los ojos se les ven como los de Horacio y Clarabella de Disney, alargados y hondos, pues no se ven tan bien que digamos.

Además, ¿por qué vivir traumado? Siempre he dicho que mi nariz se asemeja a una pasilla rellena capeada y por ello no me siento inhibido ante los demás, digo, no tengo la facilidad de palabra del célebre Cyrano de Bergereac, mucho menos la capacidad olfativa del personaje del Perfume, Jean-Baptiste Grenouille -por cierto, “grenouille” en francés significa rana-; la parte positiva es que no me crece por decir mentiras como la marioneta de Geppetto, salvándome así de ese terrible polígrafo.

Tampoco soy capaz de moverla como Samantha Stephens de la serie “Bewitched”, y hacer mágicos hechizos; menos aun alumbrar al prójimo como Rodolfo el reno; pero mi nariz es la mía y nadie la tiene como yo, es decir, cuando alguien me vea de lejos dirán “ahí viene éste, con su pinche narizota a meterla donde nadie le llama”.

De igual forma, con nariz hermosa o de perico se pueden percibir los olores de las rosas, la buena comida, el excremento y lo putrefacto, ¿entonces, para qué gastarnos una fortuna en operaciones? Al fin de cuentas con ella nacimos y moriremos con ella, pero si no le gusta, pues mejor quítesela por completo para que no le haga feo.

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