miércoles, 6 de octubre de 2010

No eres tú, soy yo

Continuamente conocemos personas que al tratar con ellas nos percatamos de que son cizañosas, pedantes, envidiosas, vulgares, desconfiadas, cobardes, irreverentes, etc., es más son las que muchas veces llegamos a pensar que dañan nuestra integridad. Cuando pienso de esa forma, y después de despotricar sobre los que considero así, recuerdo una breve historia que mi abuelo paterno al que todos apodaban como el Churi, y que en realidad tenía el nombre de aquel emperador austriaco arraigado en nuestro país por allá de 1863.

Además de sabio, el abuelo tenía una enorme panza, que según mi mujer, tengo la dicha de continuar con esa tradición familiar y al mismo tiempo rendirle tributo, el relato que él me narraba iba más o menos así:

Hace muchos años, en tierras del oriente existió un anciano que pasaba los días sentado al lado de un pozo cerca de la entrada del pueblo. Cierta vez, un joven se aproximó y le preguntó: yo nunca he venido por estos lugares, ¿cómo son sus habitantes? El viejo respondió con otra pregunta, ¿cómo era la gente de donde tú vienes? A lo que el muchacho agregó, egoístas y perversos. Por ello me siento contento de haber salido de allá. Pues da la casualidad, que aquí son iguales. Aseguró el longevo.

Media hora más tarde, después de que el primer mancebo se retirase, se presenta otro, al igual que el anterior, cuestiona al senil sobre los pobladores del lugar. El octogenario le responde con la misma pregunta que le hizo al anterior. Solo que esta vez el muchacho, asegura que de donde viene, las personas eran bondadosas, honestas, hospitalarias y trabajadoras; se jacta con cierto tono nostálgico de haberse separado de sus antiguos amigos.

Muchacho, ¡pero qué suerte tienes! Resulta que los de este sitio son iguales a los de donde tú vienes. Lleno de júbilo éste se introduce al pueblo para socializar con sus nuevos vecinos.

Un hombre que había llevado sus animales a beber agua del pozo, tuvo la suerte de haber escuchado ambas conversaciones, en cuanto el joven se retiró se dirige al vetusto, para preguntarle: ¿cómo puedes dar dos respuestas completamente distintas a la misma pregunta?

Mire- le respondió- cada uno lleva al mundo en su corazón. Quien no ha encontrado nada bueno en sus conocidos, tampoco lo encontrará en las personas nuevas que conozca. A diferencia de aquel que va por la vida cosechando amigos, siempre verá en el prójimo cosas positivas que sin dudarlo se reflejarán en sus actividades diarias. En pocas palabras cada quien en su interior, es lo que percibe en el exterior, por lo tanto así será captado por sus semejantes.

Es una pena que tan hermosa moraleja, no la recuerde en el momento preciso, siempre llega a la memoria cuando adopto una actitud arrogante de supuesto consejero espiritual y lo que es peor con doble moral.

Respecto al abuelo Churi, después de buscar la ansiada estabilidad emocional a través de la unión sentimental con once señoras, que por cierto, nunca se supieron adaptar a su molde; estar preso casi año y medio por haberse robado una nieta de cuatro años, que fallidamente intentó rescatar del maltrato de su exnuera; nos llegó la fatídica noticia de que a los 84 años murió a causa de una angina de pecho; cuentan los que lo acompañaron en sus últimos días, que en el lecho de muerte pidió a su compadre que le llevara una meretriz para que le acariciara los genitales mientras agonizaba, acto que lo hizo morir esbozando un gesto de satisfacción.

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