miércoles, 1 de septiembre de 2010

Hogar, aburrido hogar

El pasado fin de semana asistí a la celebración de una boda -acción extraña en mí, pues las bodas y los funerales son eventos a los que no me gusta acudir, porque ambos terminan en tristeza-; después de la ceremonia litúrgica, el camino por la alfombrita roja con la lluviecita de arroz, las caritas de satisfacción de los recién casados y el simulado júbilo de los invitados, nos trasladamos a un enorme local elegantemente adornado con flores y cintas blancas platino, no era de sorprenderse que hubiera más gente aquí que en la iglesia donde fue la consumación del matrimonio, en la mesa principal un enorme y soberbio pastel en cuya cúspide lucían unos muñequitos que emulaban a la pareja de recién casados.

Al observar las figuras comprendí que en la actualidad el matrimonio es eso, un simple ornato, algo aparente que busca satisfacer la aprobación social o como una vez dijo Emmanuel Kant, “un arrendamiento mutuo de los genitales”; muchas veces contraemos esponsales bajo la anestesia del amor, debido al influjo de lo constipado del enamoramiento no medimos las consecuencias del compromiso que vamos a adquirir, las responsabilidades que se podrán generar de esa unión, como lo es el sostenimiento económico de la pareja, los hijos y los bienes patrimoniales.

Lo más importante del casamiento es aprender a compartir nuestro espacio con la pareja, pues además de la alcoba, sala y comedor, también hay que ser tolerantes con los eructos, flatulencias, las exploraciones nasales, el aroma que dejamos en el baño después de hacer nuestras necesidades fisiológicas, entre otras filias y fobias que no nos atrevíamos sacar a relucir por miedo a defraudar.

Es común que durante el noviazgo todo es dulzura, miel sobre hojuelas, armonía artificial, lo que diga o haga la pareja es soportable, ¿entonces por qué al contraer nupcias se rompe ese encanto? Es como si al saber que la relación sentimental es legal nos permitiera deshacernos de las múltiples personalidades que aparentamos y es momento de mostrarnos tal como somos en realidad; empiezan a surgir los pretextos como la flojera de ir al cine juntos, pues muchas veces no coinciden con el gusto de la película; para evitar conflictos con la programación de los canales de televisión, optan por comprar otro aparato, dejando de lado ese compartir del sofá o la cama para el disfrute mutuo; los alimentos no saben igual como los preparaba mamá; lo más triste de ello, es cuando uno de los dos empieza a quejarse de que el aspecto del otro está cada vez más descuidado.

Llegado este momento, es necesario poner atención, ya que muchas veces no se tiene el valor suficiente para comentárselo al consorte; lo cual origina un distanciamiento gradual, que con el transcurrir del tiempo uno de los dos opta por buscar en otro lado lo que supuestamente perdió en casa; cuando situaciones como estas ocurren, en repetidas ocasiones me he preguntado, ¿por qué ponen el cuerno con personas menos atractivas que su pareja? ¡A lo mejor no quieren que se les desgaste la que tienen! Razón por la cual optan por liarse a un adefesio.

Otra causante de hacer la vida conyugal tediosa, son los hijos; por ejemplo, si la pareja no ha podido concebir un primogénito, los familiares de uno de ellos empezará a presionarlos por no haberlo hecho, tal vez los clasifique de estériles, y como es sabido por todos, en nuestro país se educa a la mayoría de mujeres para tener vientre de cuna, por lo tanto si una fémina no se embaraza pasado un tiempo de contraer nupcias, pues no se ha podido realizar como mujer. Y lo más patético si se llegase a poner encinta antes de la boda, también se le critica, tachándola de facilita o urgida.

Caso contrario es cuando se vuelven conejos y empiezan a tener bebés como si se tratase de una producción a gran escala, entonces los críos se convierten en un pretexto para no continuar con las actividades que antes se solían realizar como pareja, es decir, ya no hay tiempo suficiente para el disfrute, ahora todo es cuidar de los hijos, brindarles protección y discutir por el turno que le toca a cada uno estar al tanto de lo que requiera el pequeñuelo.

Además quienes tienen hijos, debido a la fuerte carga de trabajo que imponen las necesidades económicas, muchas veces se ven obligados a dejar al cuidado, educación y control de sus vástagos a unos desconocidos en los pequeños centros de readaptación infantil que llaman guardería; la cual hace que los progenitores sean madres y padres por una cuantas horas, por lo tanto resulta común que se pierda la falta de costumbre de convivir en núcleo y que las vacaciones de los infantes se transforme en un calvario para todos; muchas familias para evitar caer en tal problemática inventan el momento de convivio a la hora de la telenovela o el programa de entrenamiento de algún canal televisivo.

¿Será por estas razones que no me he casado? A decir verdad, creo que el amor no es contable, ni tampoco es un negocio, como hemos convertido al matrimonio, esa especie de contrato donde ambas partes reciben lo que se merecen, y lo más lamentable es que se haya vuelto un asunto falto de seriedad, pues con la misma facilidad como se casan se divorcian, muchas de las veces por solventar diferencias individuales dañan a terceros como pueden ser los hijos. Porque si hay que “cambiar” algo de nuestra pareja, mejor empezar por cambiarse así mismo, además debemos olvidar esa eterna competencia por tener el poder sobre el otro, o sea, nadie puede ganar tratando de empatar o igualar al cónyuge.

Me queda claro que tener a alguien como pareja, no significa poseer una propiedad, es contar con un cómplice, un compañero, por lo tanto cuando me preguntan que si tengo novia o esposa, simplemente les respondo que amo a alguien y punto; además en asuntos esponsales, es vergonzoso que parejas homosexuales, nos pongan el ejemplo de estabilidad en pareja.

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