miércoles, 18 de agosto de 2010

¡Equivocación, equivocación!

“A escondidas como un cobarde,
a escondidas cada tarde mi alma vibra,
mi cuerpo arde a escondidas”. Camilo Blanes


Una de esas cálidas noches de julio caminaba por el barrio del “Salatón de Juárez”, detuve un momento el andar, para observar con nostalgia a un grupo de niños que se divertían correteando con el antiguo juego del bote pateado; es raro en estos tiempos modernos toparse con dinámicas tan añejas que de infantes nos mantenían horas y horas entretenidos, sin caer en el aburrimiento, la malicia y lo mejor fomentaba el desarrollo sensorial, perceptivo y físico; no como esos infames juegos de video que promueven en los chamacos el ocio y el sedentarismo, lo cual puede llegar a propiciar la obesidad, razón por la cual tenemos tantos chamacos tan gordos.

Qué curioso resultaba que con una simple lata o botella de plástico vacía se creara este divertido juego, que consiste en patearla o arrojarla con las manos lo más lejos posible, mientras un voluntario o quien perdió gracias a un improvisado proceso de azar va a recogerlo, los demás participantes se esconden, y la consigna del castigado es encontrarlos sin separarse del bote, conforme los va encontrando debe de gritar el nombre del sujeto y el lugar donde fue hallado, muchas veces las penumbras engañan y puede llegar a confundirse con otro, en ese instante todos los demás salen de sus escondites gritando “equivocación, equivocación”, volviendo a empezar; lo mismo sucede si se aleja del sitio que previamente se designó para colocar el bote, pues existe la posibilidad de que algún jugador lo tome, lo cual equivale a reanudar el juego y salvar a los que ya han sido hallados, diciendo la frase “1, 2, 3 por todos mis amigos”.

En donde no hay quien nos rescate es en las escondidas de la vida, por ejemplo, es típico que a los usuarios de correo electrónico o los que gustan enviar mensajes de texto por el celular, debido a lo emocionado que se encuentran con tales artilugios tecnológicos les resulte fácil y divertido enviar improperios o cualquier idiotez a esa persona que si les festeja y agradece que se los haya remitido, algunas veces debido a una pequeña distracción el engorroso mensaje es enviado a otra, que puede ser tu jefe, suegra o cuñado, lo cual no te brinda otra opción que pedir disculpas.

Situación algo semejante es cuando en plena reunión de trabajo, de pronto sientes un ligero retortijón producto de los seis tacos de maciza que anoche te cenaste con su enorme vaso de agua de jamaica, además del supercombo que horas antes le atoraste en el cine, el cual incluía una cubeta de palomitas, dos refrescos grandes y un paquete de nachos; poco a poco empiezas a soltar la flatulencia con la inocente idea de que será apestosamente letal, pero silencioso, lo cual puede exonerarte de culpas y te otorga la facilidad de que otros inculpen al más desaliñado compañero de la junta. Por una terrible casualidad del destino, esta vez el exceso de gases trae consigo a toda una banda musical y estrepitosamente abrupta la solemnidad del evento, haciendo que toda la concurrencia ponga su acusante mirada sobre ti, ni como disculparte, ¡verdad!

Eres el clásico marido infiel, que tiene dos familias, es el cumpleaños de una de las hijas que tuviste con la pareja clandestina, para no equivocarte con los hijos que procreaste con ella les pusiste los mismos nombres que los concebidos con la oficial, tal certeza te hace ver ante ambas familias como el gran patriarca; ese día no puedes ir personalmente a felicitarla debido a la enorme carga laboral, por lo que optaste en enviarle un presente con tu chofer; este raudo y servicial como se caracteriza lleva el regalo a tu legítima hija, ¡Ups! ¿Y ahora qué vas a inventar para salvar tu pellejo?

Estás en el disfrute de sudar por darle gusto al cuerpo, momento sublime donde a todos nos aflora lo bestial y nos hace perder la razón, cuando en pleno furor y para hacer más cachondo el acto muerdes la oreja de tu pareja susurrándole al oído frases de amor conjugadas con el nombre de otra persona que tú confundes con la que en esos momentos te encuentras, ¡tómala, qué terrible error!

Tales hazañas no sólo les acontecen a los seres ordinarios, también a las deidades políticas, resulta que en un informe de labores presidencial, a quien se le encargó elaborar la síntesis del documento que debe leer el presidente ante el Congreso de la Unión, tuvo la idea de redondear cifras para facilitar su lectura al mandatario, tal decisión ocasionó una severa sanción y estupor social por este suceso; este hecho obligó al gobernante a esclarecer las fatales omisiones.

También existe el publicitado caso del presidente que en rueda de prensa clasificó a las amas de casa como “Lavadoras de dos patas”, quiso enmendar su error y cambió la palabra patas por pies, o sea, en su intento por hablar políticamente correcto la siguió cagando; al fin de cuentas todo terminó en guasas y bromas entre la población, es decir, se la disculpamos.

Por estas razones a nombre de todos aquellos que hemos cometido errores, la estamos regando y no nos damos cuenta, tenemos gustos culposos etcétera, me atrevo -a pesar de ser el número uno en equivocaciones-, a decir, uno, dos, tres por todos mis amigos y por los que no lo son, pues… también.

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