miércoles, 24 de marzo de 2010

Detrás del dinero

“Solamente lo barato,
se compra con el dinero”. Facundo Cabral

Muchas veces me hago esta pregunta, ¿Quién controla el dinero, nosotros a él o él a nosotros? Caigo en la interrogante cada vez que se acerca la quincena y empiezo a escuchar las quejas de que ya se exprimió la cartera o ha sido vaciado hasta el último quinto del cajero electrónico; cuando por fin llega el salario, somos felices por cuarentaiocho horas, es más, podemos presumir de solvencia económica, porque los que utilizamos el servicio de autotransporte público, nos llegamos a sentir tan pudientes que hasta lo despreciamos, optando viajar en taxi a pesar de que el trayecto sea corto.

Como ya lo mencioné tal felicidad es efímera, pues las tiendas de crédito se quedan con un 40%, los supermercados y establecimientos de abarrotes con otro 40%, un 10% las personas que nos fían y el 10% restante para gastos de imprevistos, los cuales curiosamente se presentan en los primeros tres días después de recibir el salario, dejándonos la cartera sólo con nuestras tarjetas de identificación y demás papelería que allí siempre portamos.

La verdad es que hemos regresado a la época de los metalistas, con la única diferencia que ahora ya no lo acuñamos, pues nuestra sociedad consumista nos ha ilustrado que el que más tiene, es el que más vale, para ello hay que gastar y comprar, pues poderoso caballero es Don Dinero, mientras el que se dedica a ahorrar es un tacaño.

Todo cuesta en esta vida, existe un precio para conservar las amistades, perpetuar el amor en pareja e inclusive hasta para el placer; un amigo solterón empedernido cierta vez en su charla se jactaba de forma ufana como gracias a la manera que tiene de tocar a las mujeres, una bailarina de table dance, había alcanzado el orgasmo en una sesión privada, le arruiné su ilusión al preguntarle si éste le había pagado, apresurado respondió que sí, entonces le dije que pagándoles a esas mujeres cuyo corazón es una caja registradora, cualquiera pude ser multiorgásmica.

Las religiones tampoco quedan exentas de la influencia monetaria, ¿acaso Jesús después de sus discursos solicitaba limosnas a sus seguidores? Si así hubiera sido, no tendría caso haber documentado el milagro de los panes y los peces. En algunos países la vida se puede dar y quitar por unas cuantas monedas, es muy sencillo ser asaltado por unos míseros pesos en el bolsillo al igual que aportar esa misma cantidad de dinero para una causa de beneficencia.

Desde la infancia nos inculcaron que el dinero debe de ser nuestra meta en la vida, es sinónimo de prosperidad y por lo tanto es inalcanzable, además que en su búsqueda uno debe de sufrir por él, pues para nadar en la abundancia primero hay que enlodarse en fango. Razón por la cual aquilatamos las acciones perversas que nos facilitan obtener dividendos en lugar de las buenas que nos hacen ver “débiles sentimentales”.

Lo que uno muestra a los demás es lo que se reconoce socialmente, si no tengo automóvil, casa propia y ropa fina, pues soy un mediocre perdedor conformista; además si me incrementan el salario, pues de tener a mi hijo en una escuela pública mejor lo inscribo en una privada, remodelo la casa o cambio de coche, para después continuar quejándome de que el sueldo no me alcanza.

Para el que gasta su tiempo en los días previos a la quincena, pensando cuándo nos pagarán, elucubrando que el patrón “jinetea” sus centavos atrasando el pago y obteniendo beneficios propios con los intereses que se generan, mejor disfrute de la grata compañía de los que le rodean, respire el aire de su hogar, gaste el tiempo con sus familiares, invierta en humor disfrutando de las torpezas que cometió durante el día platicándoselas a su pareja, para que desperdicien sus carcajadas juntos, el corazón de ambos se lo agradecerá, por favor no olvide que lo más valioso en la vida ni se compra, ni se vende.

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