miércoles, 17 de marzo de 2010

Argüendes y mitotes

Por mi casa que es la de ustedes, ¿o será al revés? Viven dos señoras que probablemente pisan los setentas, una de ellas imagino que en sus años mozos gozaba de una robusta figura, pues sus enormes músculos de los hombros hoy en día lucen como ropa colgada al sol y cada movimiento de sus brazos vibran como gelatina, su nombre es Enriqueta, pero todo mundo le dice “Doña Queta”, otra particularidad de ella es que siempre porta un mandil con pechera y dos bolsas delanteras en donde guarda su rosario y el monedero, curiosamente cada vez que se expresa mal de alguien o escucha decir un improperio, su mano derecha se introduce donde lleva el rosario y los dedos aprietan el crucifijo como una especie de acto de contrición.

La otra mujer es tan delgada que parece frágil, uno piensa al mirarla que si se llega a caer pudiese hacerse añicos del golpe, ella seis días de la semana usa batas con bordados de flores y cuello cuadrado, el único día que no las usa son los domingos, pues tiene que asistir a misa y procura ir con sus mejores galas; porta gafas con micas tipo fondo de botella que le dan a sus ojos una apariencia oriental, su nombre es Josefina del Rosario, y en el barrio la conocen como Chepa Chayo.

Todas las mañanas salen a barrer las fachadas de sus respectivos hogares, en cada momento suspenden su labor y se acercan para analizar el acontecer diario de sus vecinos, los disectan, desmenuzan para después volver a armarlos, en esa auscultación algunos dejan en alto sus virtudes y cualidades positivas, otros son arrojados al infierno por sus vicios, defectos y costumbres negativas.

Por ejemplo la impúdica vecina del 312, que es bailarina de un Table Dance, y todas las tardes cuando se va a desempeñarse laboralmente sale a parar taxi con sus ropas de trabajo, o sea, sostén y hotshort de lentejuela, además tiene un hijo de seis años que comparte preescolar con sus nietecitos de ambas ancianitas, lo que a ellas esta vez atrajo su atención, fue que hace unos días en la escuela se aplicó una encuesta socioeconómica, y cuando las educadoras preguntaron por la profesión de su madre, el niño de forma inocente respondió, “mi mami trabaja de puta”, los nietos de estas longevas escucharon la nueva frase, y ese día cuando comían con sus respectivos progenitores, les preguntaron sobre la definición del empleo citado por el chamaco; causando una profunda admiración con tintes de escándalo, razón por la cual esa mañana era tema de conversación de ambas.

Tal vínculo, las hizo relacionar la charla con Emilia, otra madre soltera que vive en un pequeño cuarto de apenas metro cuadrado, el cual le renta Doña Monilla, una octogenaria que al crecer sus nueve hijos se fueron casando y desalojando las habitaciones que con esfuerzo construyó gracias a la venta de tamales, entonces para subsistir se ve en la necesidad de rentarlos como una especie de casa de huéspedes; la vida de Emilia ha sido muy triste y precaria, a los 13 años fue violada por su padrastro, la madre de ésta al darse cuenta la corre del hogar familiar, ella embarazada se dedicó a diversos oficios, en todos no pudo durar mucho, pues los patrones no querían hacerse responsables de cubrir los gastos de maternidad.

Cierta ocasión que el circo se instaló por la inmediaciones, ella se ofreció de voluntaria para hacer la limpieza de los animales, ahí conoció al anciano payaso “Papelito”, este al verla se compadeció y le enseñó algunos trucos de su profesión a cambio de que le lustrara todos los días antes de cada función los enormes zapatos de clown. Cuando el circo se retiró, Emilia dio inicio a su espectáculo de payasita acompañada de su hijo por las diversas calles del centro histórico de la ciudad y en las principales rutas de autotransporte. Lo que causaba admiración a las mujeres es que a pesar de lo crítico de su situación económica, Emilio su primogénito asistía a clases de preescolar a una prestigiada escuela privada.

Asegurando que cuando este creciera de seguro se avergonzaría de la madre, imaginaban un futuro drama tan novelesco cual si lo hubiera escrito Doña Yolanda Vargas Dulché de la Parra. Si de hecho, el niño ya comenta a sus compañeritos que la mujer que lo va a recoger a la salida es la trabajadora doméstica, ahora qué será cuando tenga dieciocho años, de seguro no le dirigirá la palabra en la vía pública.

Luego se le ocurrió a Queta tratar el asunto de Ulises, el hijo de Petronila la intendente de la escuela primaria, pues éste acababa de salir de un centro de rehabilitación, por su afición a las bebidas embriagantes, tratando evitar caer en una justificación, recordó las palabras de Horacio su difunto marido, el cual siempre que observaba a los teporochitos en la calle comentaba, “todos los que son borrachos, no son por el gusto de serlo, solamente Dios conoce el alma que palpita en cada ebrio”; y ahora resulta que además de borrachín es cocainómano, entonces Chepa Chayo, comentó que en esos sitios entran hombres y salen animales, pues algunos se vuelven pericos, simultáneamente sueltan una enorme carcajada que disipa la seriedad del ambiente.

Al terminar de barrer, regresan a sus respectivos hogares y en el almuerzo con sus familiares siempre eran tema de conversación las actitudes que ambas habían denotado esa mañana, la cual variaba desde una crítica constructiva hasta destructiva, pero eso sí, respetando la amistad que las unía, y así es todos los días excepto los domingos que es fiesta de guardar.

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