miércoles, 17 de febrero de 2010

Delete and go

El otro día cometí una de mis clásicas idioteces en el uso de la computadora, resulta que al enviar un archivo por correo electrónico, por mi pinche inseguridad tuve que cerciorarme si efectivamente era lo que tenía que enviar; al hacerlo mezclé dos programas y se hizo un verdadero desgarriate, que por obvias razones modificó diversos programas y archivos.

Por más que intentaba que la máquina funcionara de forma óptima, no podía, recurrí a diversas estrategias de mi miope experiencia en el ramo informático, lo cual empeoraba conforme a los intentos, dejando sólo una enorme angustia, ¿por qué diablos nos hacemos dependientes de tales artefactos? Lo más ridículo, es que si no llega a funcionar, nos sentimos como si un familiar estuviese enfermo, nos embarga la impotencia y claro llega de visita la desesperación.

Por el Messenger, pude contactarme con una amiga que amablemente hizo el favor de comunicarse con otro contacto a la vez que le recomendó utilizar la función “Restaurar Sistema”, la cual sirve para volver el equipo de cómputo a un estado anterior, o sea, deshace los cambios producidos por estúpidos errores como el que incurrí, y los vuelve a un punto en el que funcionaba de forma correcta, para cual es necesario establecer en el calendario de restauración una fecha anterior al hecho.

Es como tener integrado el De Lorean de la película “Back to the Future” a la computadora, pues al hacer la aplicación no se pierde ningún archivo, mas si aquellos programas instalados después de la fecha elegida. Con ello pude regresar la computadora a la normalidad y erradicar por completo las faltas cometidas.

A raíz de ello, me pregunto, ¿por qué la madre naturaleza no nos dotó de una especie de función orgánica como esa? Es una imperiosa necesidad, el que todos los seres humanos tengamos en nuestro organismo instalado una aplicación como la antes descrita, ¡se imaginan¡ Cuántas nangueras que hemos hecho con nuestros semejantes pudiéramos enmendar, la infinidad de disculpas que nos ahorraríamos, los accidentes que evitaríamos, las injusticias que enmendaríamos, entre otras estupideces que uno comete.

Los traumas tanto psicológicos como emocionales serían cosa del pasado, pues podríamos sin ninguna dificultad cambiar las situaciones en la vida que nos lo generarán, imagina cuánto efectivo nos ahorraríamos en terapeutas; entonces seríamos felices, no tendríamos tantos prejuicios que humillara y reprimiera la autoestima; las emociones serían expresadas sin ningún mecanismo de defensa que las disfrazara, al fin de cuentas estarías consciente de que si cometes algún error puedes enmendarlo.

Más me temo que a pesar de que estuviéramos dotados con esa habilidad, más de alguno, no la pondría en práctica con tal de aparentar frialdad, fortaleza sentimental o por orgullo simplemente, y seguiríamos siendo los mismos de siempre o tal vez un poco peor.

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