miércoles, 24 de septiembre de 2008

De Generación en degeneración

En el seno de una clásica familia disfuncional nació Crisóstomo, dicen que el primer trauma psicológico que el humano sufre es cuando el médico corta el cordón umbilical que nos une a nuestra madre, el segundo es el nombre que los responsables de nuestros días nos otorgan sin el consentimiento de uno -por supuesto que desembolsando una buena cantidad económica eso en la actualidad se puede corregir-, después vendrán los traumas que conforme vamos desarrollándonos nos van heredando como la religión que profesamos, la afición por cierto deporte con todo y equipo, así también el partido político de nuestra devoción.

Hijo de guardería como todo infante actual durante los primeros cinco años de vida era considerado por sus padres el ombligo del universo, todo o casi absolutamente todo lo que él quería se lo concedían; el problema vino cuando el método anticonceptivo falló dando origen a José Luis quien inmediatamente ocupó el sitio de honor de su hermano, destituyéndolo y haciéndolo pasar a un segundo término.

Ahora era el mayor por lo tanto entre sus responsabilidades estaba el cuidar de su hermanito predicando con el buen ejemplo, lo que significaba cometer los menos errores posibles. Como era de esperarse tal actitud repercutió en su formación académica pues toda la primaria y la secundaria apareció su nombre en el cuadro de horror, sus padres eran clientes de la dirección escolar por lo continuo que solían acudir a ella gracias a los méritos de su hijo.

Cuando egresó de secundaria mientras sus compañeros de generación se divertían consumiendo drogas de diseño en la fiesta de graduación, él se entretenía con los videojuegos del celular aislado de todo el barullo; al mismo tiempo sus padres cometían el peor ridículo de sus vidas reclamando al responsable de electrónica en una conocida tienda departamental la falta de cargador de energía eléctrica para el iPod que ese mismo día le regalarían a Pepe Luis en compensación por sus excelentes calificaciones obtenidas en la primaria, si allí hubiera estado Cris escondería su cabeza bajo la tierra como las avestruces de la vergüenza.

Algunas veces le entristecía ver como su mamá los domingos a fuerza de tesón con papá lo convencía de desayunar juntos en algún restaurante bajo el pretexto de que con ello se fomentaría la unión familiar, la verdad era que alrededor de la mesa el padre se la pasaba recibiendo múltiples llamadas telefónicas, Pepito padeciendo de autismo gracias a las melodías del iPod, la madre como simple locutora de radio haciendo soliloquios al grado de caer en monólogos extensos, y él se sacudía de toda culpa enviando mensajes de texto a los celulares de sus amigos, en conclusión lo único bueno de esas reuniones a veces eran los alimentos.

Debido al bajo aprovechamiento escolar Crisóstomo ingresó a la preparatoria en donde recibían a los que no querían permanecer sin formación escolar; el lugar se caracterizaba por albergar a la gente más rara e incluso algunos tachaban al plantel como la escuela de los perdedores, los profesores parecían ufólogos buscando siempre vida inteligente en cada generación que ingresaba. Cuando llegas a la preparatoria tienes que optar entre hacer de la escuela un suplicio o convertirla en el espacio propicio para la diversión; con la actitud de Cris no era de esperarse que eligiera la segunda opción, prueba de ello fue cuando navegando por Internet descubrió en el sitio de cierta discoteca gay a su profesor de matemáticas ataviado de uniforme nazi en brazos de un andrógino, horas más adelante la fotografía apareció de forma misteriosa en el periódico mural de la escuela haciendo público lo que años de discreción le había costado al incauto docente.

En cierta ocasión dentro de un evento organizado por una tienda comercial donde se convocaba a asistir a diversas escuelas con motivo del día del estudiante, había un concurso de comer rebanadas de pizza, estaban inscritos jóvenes de distintos planteles entre los que sobresalía un gordito de 120 kilos que representaba a la preparatoria que siempre quiso ingresar Cris pero que por sus resultados le fue negado el acceso, hasta el momento nadie lo derrotaba, todas las veces que era retado siempre marcaba la diferencia de una o dos rebanadas sobre su contrincante.

Animado por la guasa de sus camaradas Cris subió al montículo para retar al obeso estudiante, los abucheos del auditorio al darse cuenta de la escuela de procedencia del nuevo contendiente no se hicieron esperar. Empezaron empatando la primera ronda a seis rebanadas, en la segunda la justa llegó de nuevo a igualar sus marcadores a cuatro, para la tercera al llegar dos sobre tres a favor del corpulento, Cris haciendo un esfuerzo estomacal y recordando la escena del filme “Saturday Night Fever” -que junto a su padre le toco ver varias veces-, en donde Tony Manero juntaba dos rebanadas de pizza para comerlas, emulándolo así fue como logró engullir cuatro piezas dejando atrás al oponente. De pronto el lugar se llenó de aplausos y vitoreaban al nuevo campeón, por primera vez en su vida gracias a él, la preparatoria de los “freaky” y perdedores ganaba un reconocimiento social ante las demás.

Lleno de Orgullo regresó a su casa luciendo el trofeo, más al darse cuenta el motivo del reconocimiento su padre lo reprendió alegando que podría causarse daño gracias a esas estúpidas competencias, que se cuidara, que aprendiera a querer más a su persona, en fin un sermón que todavía le duele al recordarlo pues era lo que menos esperaba escuchar de su admirado antecesor.

Cinco años más adelante comprendió la preocupación de su progenitor cuando por un simple descuido embarazó a una chica que apenas conoció en la fiesta de bienvenida de la licenciatura; hoy trabaja más de ocho horas como repartidor de comida rápida para sostener a su obligada esposa y a su indeseado pero bien amado pequeño, y el temor que experimenta es que éste herede su carácter y que para contenerlo tenga que recurrir al método coercitivo que su papá utilizó con él.

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