jueves, 25 de mayo de 2023

Hay una verdad histórica que espero no ofender.


Figúrense que por estos días me encanta escuchar esa habla tan nuestra, muy común para quienes nunca nos hemos hechos de la vista gorda con la idiosincrasia y el folclórico léxico antiguo tan colimense y que muchos intentan apagar con sus reglas gramaticales o a través de ese mostro de lo políticamente correcto que en la actualidad pululan por esos individuos que se creen los bienhablados, ¡a poco no es retebonito de chulo escuchar haiga, naiden, ansina o mesmamente! Sí, nuestro añejo español, el lenguaje de mis abuelos, de mi madre, de mi padre.

Palabras germinadas de esa costumbre verbalista que de orejita en orejita se transmitían, y que hoy se han llegado a considerar incorrecciones del habla, a tal grado de que quienes aún las utilizan, son víctimas de escarnio, incluso la Real Academia de la Lengua Española a esta forma de hablar la considera ajena a la norma culta, pero que dentro del lenguaje coloquial de una región son aceptables.

Hermosas esas frases de mi abuela materna cuando a un chamaco gordito que se refinaba los viernes y sábados que ella vendía pozole, los huesos de la cabeza de cerdo – ¡No manchen, ese juguito de la osamenta, bien pasada de bestia de sabrosona! -, y que, a los 7 años al despertarse con ganas de ir al pis, acudía con su ague, pa´que lo acompañara, ella tiernamente respondía: “¡Tieni miedo!”; igual cuando regresaba del mercado al entregarme esa figura en plástico inflado de Superman, decía: “¡Mira lo que te truje del mandado!”. Por cierto, San Gabriel, para ella siempre fue San Grabiel.

En realidad, esas palabras siguen formando parte de nuestro español, sean arcaísmos o nunca se hayan incluido en los diccionarios académicos, pero que, al ser empleadas por ciertos estratos de la población mexicana, siempre las consideraré como parte del patrimonio filológico de ese México que lleva más del medio siglo de edad.

*Por cierto, si un tal Daniel Escorza Rodríguez, reclama que la idea es suya, pos sí, tiene toditita la razón, la tomé prestada de su chidísimo libro: "Ansina se dice, ansina se escribe, historias e histerias del habla popular ".

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