jueves, 15 de diciembre de 2022

Celestial amistad.


De regreso del supermercado, raudo bajo por la calle Venustiano Carranza montado en la bicla y cargando las bolsas con los abarrotes, una vez que doblo la esquina rumbo a la calzada La Armonía, una de las bolsas se rompe, esparciendo las manzanas por la banqueta. Abrumado por este hecho, bajo de la rila para juntarlas, lo bueno es que ninguna llegó rodando hasta la media calle; cuando termino de recoger las 2 últimas, escucho una voz extraña que dice: “¡Justo ahora se te ocurre desabrocharte!” Miro hacia el interior del templo y veo en el quicio del altar a una figura sentada que me hace dudar entre si es un hombre o una mujer.

Movido por la curiosidad y el morbo, amarró la bici al cancel e ingreso para saber de quién se trata, ¡ah, eres tú! – ¿A quién reprendes? Entonces la luminosa persona de toga romana señala a la dorada correa de su sandalia derecha, inclinándome intento ayudarle, la tomo, pero al hacerlo recibo una fuerte quemadura como el de una descarga eléctrica, ¡Ay, no manches, está caliente! Disculpe caballero, olvide que a los humanos les suele pasar eso. –respondió apenado. – ¿Qué haces abajo del pedestal? Acaso es que estamos llegando al fin del planeta, por eso estás aquí. De pronto observo en el suelo su cayado en donde pende una especie de calabaza botella o cantimplora, la cual al estar en el suelo lentamente deja escapar una gota.

¡Oye se te va a tirar el líquido de tu cantimplora! -La neta no sé cómo hablarle, pues desconozco si es ella o es él- Al parecer leen los pensamientos, ya que inmediatamente respondió que no pensara como humano en colocar divisiones donde no debían de existir, pues ante los ojos del Creador, todos somos iguales. Fue cuando su pez, dijo: “Ahora comprendo porque en cuanto te vio te echo unos ojos tan libidinosos”. ¡Mira, aparte de estar fuera del agua, habla! A lo que el ángel, añadió: “Sí, además es un metiche”, mientras levantaba del suelo su cantimplora y la gota desafiando la fuerza de gravedad regresaba hacia el interior del recipiente.

¿Para qué sirve esa agua? -Con una simple gota se pueden curar todas las enfermedades físicas de la humanidad- Respondió el ser celestial. En ese tiempo mi madre hospitalizada aún vivía, por lo que no dude ni por un segundo en pedirle mínimo un cuartito de esa gota con tal de volver a ver a mi jefecita sana. No se negó, pero expuso que Lázaro y la hija de Jairo, después de resucitados pasados los años volvieron a morir, pues la vida cumple su ciclo, pero que si gustaba podía humedecerme un dedo y que se lo llevara a mi mamá. ¡Muchas gracias! Mientras pongo la mano para recibir ese líquido extraordinario, experimento como si alguien me sacudiera, era la enfermera que me despertaba a las 4:40 a.m., en aquella sala de espera sin esperanza del hospital, para avisarme del tercer infarto que tenía mamá, fue cuando comprendí que la vida es una quimera y que la muerte es la última aventura del ser humano.

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